Observe a quienes quiere ... hoy, no mañana |
En caso de que mantenga estas actitudes, busque ayuda, ya sea médica o en el colegio. Podemos ayudarle con el Departamento de Orientación, con sicólogos que podrán sugerir que hacer. |
El viernes 29 de agosto se han reunido los equipos diferenciales de los colegios Regina Mundi, Santa Catalina, Santa Familia, Santa Ana de Valparaíso y Santa Luisa de Marillac, como el inicio de la Coordinación de Educación Diferencial de REVIC.
LOS OBJETIVOS DEL ENCUENTRO:
Nos hemos dado el tiempo para reflexionar sobre la inclusión educativa y compartir la manera de trabajar de cada colegio y enfrentar este gran desafío.
La hermana Claudia Artiga, nos iluminó desde la espiritualidad Vicentina ayudándonos a redescubrir la vocación de educadores tanto de San Vicente de Paul como de Santa Luisa de Marillac instándonos a ser verdaderos vicentinos desde esta labor de inclusión y opción por los más necesitados.
Fue un valioso encuentro que anima a seguir adelante en la construcción de nuevas puertas y maneras de apoyar y sacar adelante a aquellos que muchas veces son discriminados y dejados de lado. Así como los amigos del paralitico del Evangelio estamos dispuestos a tomar la camilla de los desvalidos y dar la batalla por todos ellos. Un gran encuentro que esperamos se repita mensualmente conformando de este modo la coordinación de equipos diferenciados, coordinados, apoyados y motivados desde REVIC, la Red de educación Vicentina.
Con mucho ánimo se juntaron en un ambiente de colaboración, participación y aprendizaje mutuo en el II Encuentro de Estudiantes Vicentinos. El primer encuentro se realizó el año 2013 en el Colegio Santa Familia y el tercero ya lo prepara el año 2015 la Escuela Regina Mundi.
La actividad tuvo como lema inspirador: "Con la audacia de la caridad, ama, sirve y sé feliz" . Dicho encuentro buscaba integrar a los jóvenes para que puedan conocerse, compartir, formarse juicios acerca de la realidad, descubrir valores y tener opinión social y política sobre la construcción de la sociedad, teniendo los desafíos de San Vicente de Paul, que hizo de la caridad una acción concreta hacia la promoción de los pobres.
Participaron cerca de 300 estudiantes de los colegios Santa familia, Santa Catalina Labouré, Regina Mundi, Santa Ana de Valparaíso y representantes adultos y jóvenes de los colegios de las Conferencias de San Vicente.
Fieles a las palabras de San Vicente que nos dijo: “no podemos asegurar mejor nuestra felicidad que viviendo en el servicio de los pobres", el encuentro buscó en esta oportunidad que los jóvenes se plantearan la pregunta: Y yo... ¿Cómo amo y sirvo hoy? ¿Me siento feliz con eso?
Observe a quienes quiere ... hoy, no mañana |
En caso de que mantenga estas actitudes, busque ayuda, ya sea médica o en el colegio. Podemos ayudarle con el Departamento de Orientación, con sicólogos que podrán sugerir que hacer. |
Si tengo mucha suerte, puede ser alguien que conozco personalmente, como un antiguo estudiante o colaborador que han venido a París con un grupo y viene a verme. Cuándo vienen estos visitantes, de vez en cuando, me preguntan qué tipo de preparación tengo para estar en secretaria. Mi respuesta es algo así como, “soy Hija de la Caridad y estoy disponible para ser enviada dondequiera que me necesiten”.
Después de hacerme varias veces esta pregunta, empecé yo a preguntarme que me ha ayudado a prepararme para mi servicio aquí. Yo soy “como el tinte en la lana”. Pueden sacarme de la escuela, pero ¡no pueden sacar la escuela de mí, soy educadora innata! He comprendido que las dos últimas escuelas en que estuve como Directora, antes de venir a París, han tenido una gran importancia en mi formación para este servicio. En los pasillos de la Casa Madre no hay ningún niño sonriente que quiera enseñarme los dibujos que ha hecho. Ni estudiante de octavo al que llamar, si se necesita mover el mobiliario. ¡Ha sido una transición en muchos sentidos!
La primera de las dos escuelas fue la de la Resurrección de Nuestro Señor en San Luis, Missouri. Era una pequeña escuela con sólo 106 alumnos. Sin embargo, los estudiantes ¡representaban a 10 nacionalidades! Además de americanos, procedían de Viet Nam, Bosnia, Croacia, Méjico, Cuba, Filipinas, Polonia, Etiopía y Congo y había un maestro americano Nativo. Eran católicos, protestantes, musulmanes, budistas y uno sin religión alguna. A veces, llegaban a la escuela a los pocos días de llegar a Estados Unidos; por consiguiente, no hablaban inglés. Trabajar unidos, para conocer y respetar la variedad de culturas y procedencias, fue una gran aventura. La comunicación se convirtió en una obra de arte ya que los documentos y diálogos con los padres tenían que ser traducidos a varios idiomas. Los maestros trabajaban incansablemente para ayudar a los estudiantes a aprender las materias básicas, así como inglés. Los padres americanos los acogían y trabajaban, codo con codo, con los padres inmigrantes para que se sintieran parte de la familia de la escuela de la Resurrección. Pero, después de estar allí 5 años, la escuela, como parte de un proceso de restructuración en la Archidiócesis de San Luis, se cerró. Dejar esta pequeña y maravillosa “Naciones Unidas” fue difícil y sólo la calurosa acogida de la Escuela de San Agustín de Canterbury en Belleville, Illinois – al otro lado del Río Misisipi, San Luis – me ayudó a mitigar el dolor que lleva consigo el cierre de una escuela.
San Agustín, formaba también una gran familia que trabajaba unida para conseguir lo mejor de cada uno. En el momento en que atravesé la puerta supe que estaría allí como no había estado antes en ningún sitio. Yo era consciente de que era el primer miembro de la Familia Vicenciana que trabajaba en la escuela y en la parroquia, pero tenía muy claro que el Espíritu Vicenciano ya estaba allí presente. Todos – padres, estudiantes, feligreses que no tenían niños en la escuela – trabajaban en equipo para que los estudiantes y maestros tuvieran lo que necesitaban. Cuando había una tarea que realizar, o algún problema que resolver, siempre había un grupo dispuesto a echar una mano, o a compartir recursos e ideas. Podía tratarse de acoger a niños discapacitados de Belice, que se alojaban con una familia durante 1, 2, 10, o 24 meses, mientras recibían tratamiento médico en un hospital local, o instalar aire acondicionado para que las aulas fueran más acogedoras en las cálidas y húmedas temperaturas del otoño y fin de la primavera. Nunca había una queja; simplemente la pregunta – “Hermana, ¿qué puedo hacer para ayudar?” Era como si vivieran el discernimiento Vicenciano preguntándose, ¿qué hay que hacer? ¿Qué puedo hacer para que mejore la situación? Trabajar con y para las personas de esta parroquia, dónde me sentí muy en casa, fue una experiencia increíble.
Estas dos escuelas fueron esenciales en la preparación para mi vida en la Casa Madre, dónde somos verdaderamente internacionales, con 150 Hermanas de 30 países. Mi servicio es menos concreto que el de una escuela, pero es lo que hay que hacer en este momento. Yo sé que un día, probablemente, volveré al campo de la educación pero, hasta entonces, estoy feliz de formar parte de la aventura de vivir y servir con Hermanas de todo el mundo, porque soy Hija de la Caridad y estoy disponible a ser enviada adonde me necesiten.
He pensado, quizá ya mucho, en la posibilidad de encontrar alguna similitud entre las palabras que encabezan este escrito, y en verdad no recuerdo haberme topado con palabras tan disímiles.
¿Habrá unidad entre política y caridad? ¿Qué diablos es hoy política? ¿Es acaso el mismísimo diablo la política? ¿No es la política la Némesis de caridad? ¿O será que ya no tenemos un concepto de política desde su esencia? ¿Cuál es el origen de lo político? Y en este preguntar ¿es la caridad una forma de política? Más todavía ¿la caridad sin política será acaso caridad?
Pensar, para quienes estamos fuera del pensamiento estructurado, parece ser una suerte de palpitación interior que a cada pulso inscribe en lo vivido un “gracias”, un agradecer. Por cierto, el acontecimiento del ser que agradece el habérselas con la vida tal como se la quiere: abierta, libre, anchurosa. Así es como pensar acontece en lo profundo de lo humano como un total agradecimiento.
Ahora ¿podemos llegar a una comprensión de lo libre en el acto caritativo? Ya que sin caminar tantos pasos, nos damos cuenta que lo político siempre es un acto de relación radical y real entre unos y otros, entre enemigos y enemigos. En otras palabras, lo político parece un entramado de relaciones que llama a la estrategia, al disenso o al consenso y nunca a lo libre y abierto. Es por lo anterior que dar unidad a lo político y lo caritativo parece ridículo, sin sentido.
Los significantes de la caridad aparecen en la forma de actos gratuitos, desrelacionados de interés alguno. Actos libres de amor hacia lo otro. Un acto de caridad, sin querer insultar a los teólogos, pues, para un laico cualquiera parece ser un salir de sí en post de lo otro que necesita auxilio. Pero que tal acto será verdad, en la medida que no sea una radical estrategia política de intereses previamente sondeada. Quizá aquí nos encontramos con algo más profundo aún: con la incertidumbre -de carne, hueso y alma- que cargamos al vivir la caridad de forma radicalmente razonada.
Al no haber algo así como una caridad fideísta, a Dios gracias, sino más bien razonada hasta su médula, vemos que el concepto de política cobra sentido n los lindes de lo caritativo.
Politizar la caridad con el ágape mismo del Evangelio parece una apuesta válida. Sería como configurar una política radical del amor, de lo fraterno, de lo abierto, de la opción creyente, del bien y el mal. He aquí una cuestión del todo gruesa, peluda.
En tanto avanzamos en la comprensión de los conceptos aquí esbozados, sabremos si la frase “la caridad sin política no es caridad” tiene, por cierto para los laicos comprometidos, sentido pastoral, o, es mera chachara de “teólogos” parroquianos.
Autor: Rolando A. Mancilla
N O T A D E L E D I T O R :
Agradecemos esta reflexión de Rolando Mancilla, especialmente elaborada para nuestro sitio web. El es chileno, Licenciado en Ciencias de la Comunicación y un entusiasta convencido de que los cristianos podemos traer justicia a la tierra… trabajar con los pobres es una forma de hacerlo, la mejor.
Creemos que la Caridad si no es política, no es caridad, entendiendo por política no la labor de los “señores políticos”, sino de la política que se construye en la convivencia diaria pensando en que podemos generar una forma nueva de relacionarnos a partir de una caridad muy lejana de “socorrer”, sino de “transformar” la forma en que hacemos país y construimos la ciudad en donde el ser humano no sea un peón al servicio del mercado, sino Señor de su propio camino y desarrollo.
Esto también se transforma en un desafío pedagógico para un educador vicentino: devolver la dignidad perdida al rol de la política en la construcción social y su rol esencial con la caridad.
“Hacer lío” desde la fe y sus vinculaciones políticas, como nos lo pedía el Papa Francisco. Que nuestros estudiantes tengan un pensamiento político, del color que sea, pero que piensen, analicen, discutan, propongan formas para hacer de nuestros países, mejores espacios de vida humana.
w. Elphick d.
EL SUPERIOR GENERAL
Queridos miembros de la Familia vicentina:
Con motivo de la fiesta de San Vicente de Paul, en nombre de la Familia vicenciana y de los responsables de nuestras diferentes ramas, les escribo para informarles que hemos decidido consagrar el próximo año a la “nueva evangelización”. Lo celebraremos como Familia vicenciana centrando nuestra atención en tres puntos claves de fidelidad en el seguimiento de Jesucristo, evangelizador y servidor de los pobres:
Del 5 al 19 de octubre de 2014, el Papa Francisco reunirá un Sínodo de Obispos para examinar “los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”. Es un tema importante propuesto por nuestro Santo Padre para el bien de la Iglesia, como lo mostrará este Sínodo.
Al comienzo de su pontificado, el Papa San Juan Pablo II lanzó la llamada a “una nueva evangelización” para estimular a un nuevo fervor y buscar medios innovadores para encontrar a Jesús, ahondar en nuestra relación con Cristo y crecer en nuestra vida de fe. Esta llamada de Juan Pablo II llegó en un momento de malestar general entre los cristianos, en particular en los países del mundo desarrollado. Juan Pablo II pensaba que los cristianos estaban siendo menos fervientes en la vivencia de su fe, y por eso hizo una llamada a la conversión y a una nueva evangelización. Sus dos sucesores: el Papa emérito Benedicto XVI y el Papa Francisco, continúan y favorecen estas dinámicas en favor de una renovación.
Redescubrir y encontrar de nuevo a Jesús con amor en nuestros corazones, profundizando en nuestra relación con El para crecer como discípulos, es un aspecto esencial de esta nueva iniciativa. Se trata de una profundización personal de nuestra fe en el Dios de Jesucristo, un fruto del Espíritu Santo. Este amor nos guía en el camino de devoción a Dios y de entrega a los demás, sobre todo a los pobres. Como cristianos verdaderamente comprometidos y como discípulos de Jesús, compartimos la Buena Noticia del amor de Dios, que se encuentra en las Sagradas Escrituras y en los sacramentos. La misión de todo fiel católico bautizado es la de dar a conocer a Jesús a todos.
Para realizarlo, la Iglesia nos llama a la conversión, a una nueva manera de encontrar a Dios y de creer en El, y de compartir la Buena Noticia con los demás. Para vivir esta experiencia de conversión y seguir un nuevo camino para encontrar a Dios, debemos dejar nuestra propia comodidad y escuchar al Señor cuando nos habla en lo profundo de nuestro corazón. Como miembros de la Familia vicenciana, ¿cómo podemos responder a esta llamada a la conversión y a la nueva evangelización? El carisma que san Vicente de Paúl compartía con santa Luisa de Marillac, que continuó con el beato Federico Ozanam, y con otros muchos en la tradición vicenciana, consistía en cuidar de los pobres y desfavorecidos. Pero también comprendía el “cuidado de las almas”, aspecto esencial de la misión.
En la vocación vicenciana, la misión y la caridad son inseparables. Las obras de misericordia corporales y espirituales y el servicio van siempre unidos. Estas consignas dirigidas a las Hijas de la Caridad en su servicio de los pobres nos hablan de “la preocupación primordial de darles a conocer a Dios, de anunciar el Evangelio y hacer presente el Reino” (Constituciones de las Hijas de la Caridad, 10 a). El beato Federico Ozanam subrayó que, en la Sociedad, la ayuda material no era el único aspecto del servicio de los pobres. Más bien recordaba a los miembros de las Conferencias que su espiritualidad y su testimonio cristiano, lleno de la ternura del amor de Dios, ayudaban a muchos alejados a volver a la fe, y eran un medio de evangelización de numerosos no cristianos. Hacer más sólida y profunda nuestra relación con Dios y ayudar a los otros a encontrar a Cristo, es una virtud esencial de nuestra espiritualidad vicenciana. Es la fe en actos.
En nuestra vida diaria tenemos que hacer frente a numerosos desafíos. Pero ahora es el momento favorable para anunciar la Buena Noticia de la salvación en Jesucristo. Aunque vivamos en un entorno a menudo indiferente a la religión, la gente todavía tiene verdadera sed de valores transcendentes. Hay hambre de Dios en el mismo pueblo de Dios, sobre todo cuando éste aspira a una nueva manera de vivir que difiere de las normas dominantes de la sociedad. Podríamos adoptar la manera de vivir de la gente en este entorno de indiferencia religiosa, y habituarnos a aceptar la poca importancia que se concede a las cuestiones esenciales de la fe y del sentido de la vida en este mundo.
Pero, ¿somos conscientes de la realidad de lo que ocurre cuando la gente olvida a Dios? Muy a menudo es revelador de una verdadera pobreza espiritual y material. San Vicente estuvo profundamente impresionado por la situación en la que se encontraban las personas de su tiempo: las que vivían en la miseria y en la ignorancia y que no sabían nada de Dios, ni de su amor. Por esto, san Vicente dijo con fuerza y convicción: “Es cierto que yo he sido enviado, no sólo para amar a Dios, sino para hacerlo amar. No me basta con amar a Dios, si no lo ama mi prójimo”. (SV, Conferencia del 30 de mayo de 1659, Coste XI-4, p. 552)
Si tuviésemos tan solo un poco de este amor, ¿apartaríamos los ojos y nos quedaríamos con los brazos cruzados? ¡Nunca! La caridad no puede estar ociosa. La caridad nos impulsa a hacer todo lo que podamos para aportar consuelo y salvación a los que sufren. Nuestra vocación de vicencianos consiste en enardecer el corazón de los demás: hacer lo que el mismo Hijo de Dios hizo. Vino a traer el fuego al mundo, a encenderlo con su amor. ¡Qué otra cosa podemos esperar para nosotros mismos, sino solo arder de amor por el Señor y ser consumidos por este amor!
Como miembros de la Familia vicenciana, estamos llamados a ser agentes de la evangelización ofreciendo un servicio lleno de amor. La caridad es el valor principal de la vida, y el desafío de la comunidad cristiana consiste en hacerla activa en el mundo actual. Nunca debemos separar ni oponer la relación intrínseca entre la fe y la caridad. Somos discípulos de Jesús cuando extendemos el amor de Dios, y cuando nos comprometemos a participar plenamente en la vida y en la misión de la Iglesia. ¡El amor de Cristo nos ha conquistado! Por consiguiente, bajo el poder de este amor, estamos totalmente abiertos para amar concretamente a nuestro prójimo. Aquí podemos recordar la divisa de las Hijas de la Caridad cuyas palabras provienen de la Escritura: “El amor de Cristo crucificado nos apremia” (cf. 2ª Co 5, 14).
La fe nos permite reconocer los dones que nuestro Dios, bueno y generoso, nos ha confiado. La caridad los hace fecundos. Por la fe, entramos en amistad con el Señor. Por la virtud de la caridad, esta amistad es cultivada y puesta en práctica. La relación entre la fe y la caridad es ensalzada en esta unión intima entre ellas. Esto es lo que significa hacer efectivo el Evangelio en la vida de la gente. La encíclica Lumen Fidei habla de las repercusiones de la fe en el mundo, diciéndonos que “la luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la paz” (LF, 2013, 51). La Exhortación apostólica Evangelii Gaudium habla del servicio de la caridad como un elemento constitutivo de la misión de la Iglesia, que refleja la esencia de quiénes somos como Iglesia.
Como la Iglesia es misionera por naturaleza, también está unida de modo indisoluble a la virtud de la caridad, principalmente prodigando una caridad efectiva a nuestro prójimo. Cuando aceptamos el desafío de la misión impregnada de la caridad de Cristo, podemos identificarnos con las personas que viven en la pobreza y servirlas. Nuestros corazones vicencianos aceptan con gozo la llamada de Evangelii Gaudium, a ser instrumentos de Dios para la liberación y la promoción de los pobres, para permitirles alcanzar una promoción integral en la sociedad (EG, 2013, 182). Debemos ser dóciles, estar atentos, escuchar el clamor de los pobres, dispuestos a correr en su ayuda. Lo hacemos dejando nuestra propia comodidad, yendo a la periferia y a los márgenes para encontrar a las personas que viven en la pobreza.
Salimos de nosotros mismos para ir hacia los pobres a toda prisa, animados por el amor de Dios. En el cuarto capítulo de Evangelii Gaudium, encontramos numerosas ideas que están en consonancia con nuestro carisma. Las palabras de este capítulo parecen describir la vida y las acciones de san Vicente y de santa Luisa, y de todos los santos y beatos. Veamos un ejemplo de lo que nos dice este capítulo cuarto: los pobres son los preferidos de Dios; los pobres ocupan un lugar privilegiado en la Iglesia; y los pobres son nuestros evangelizadores. ¡Si estas ideas que provienen de Evangelii Gaudium les parecen familiares, no es nada extraño!
La nueva evangelización es una iniciativa para ayudarnos a reconocer la fuerza salvífica que las personas que viven en la pobreza, poseen en Cristo, y a situarlas en el centro de la Iglesia. Descubrimos a Cristo en los pobres; defendemos sus causas; somos sus servidores; los escuchamos; y nos invitan a meditar en la sabiduría misteriosa de Dios, que a menudo se revela a nosotros por sus mismas vidas.
En el contexto de los sufrimientos y de las luchas que las familias soportan hoy, la nueva evangelización puede responder a una necesidad urgente, como lo muestra el documento preparatorio sobre la pastoral familiar publicado para la tercera asamblea general extraordinaria del Sínodo de los obispos. La doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio debe presentarse de manera clara y comprensible para que llegue al corazón de muchos y transforme sus vidas, según la voluntad de Dios manifestada en Jesucristo. Otros documentos de la Iglesia evocan las necesidades pastorales de la familia como una dimensión esencial de la evangelización. Es una llamada a renovar nuestra comprensión del sacramento del matrimonio y de la vocación cristiana de las personas casadas y a consolidar la familia para el bien de la Iglesia y de la sociedad. Como miembros de la Familia vicenciana, deberíamos preguntarnos lo que podríamos hacer para evangelizar a las familias a las que servimos y a aquellas con las que entraremos en contacto.
Me refiero a las familias que encontramos en nuestras parroquias, escuelas, servicios sociales y en numerosos otras actividades en las que colaboramos como Familia vicenciana, para servir a las personas que viven en la pobreza. La familia constituye, sin ninguna duda, un campo inmenso para la misión. Numerosas familias a las que servimos hoy, necesitan protección y sufren muchas calamidades. A menudo están amenazadas, incluso a veces de muerte. Como Familia vicenciana, podemos y debemos progresar para establecer unas “Líneas de acción” que den impulso al trabajo pastoral con las familias, y principalmente, con aquellas que viven en la pobreza.
Con toda la Familia vicenciana, roguemos, para que la Iglesia busque métodos pastorales que ayuden a las familias a hacer frente a sus realidades a la luz de la fe, y con la fuerza que viene del Evangelio. Cuando celebramos la fiesta de san Vicente de Paul nos proponemos dedicar este año a la nueva evangelización. Necesitamos respuestas creativas para poner de relieve los desafíos que representan la nueva evangelización y una conversión personal y comunitaria para responder a las necesidades pastorales de la familia, sobre todo de las personas que viven en la periferia de nuestra sociedad.
Su hermano en san Vicente
G. Gregory Gay, C.M.
Superior general
Casa Provincial en Asunción
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Correo: contacto@hijasdelacaridad.net