La Presentación de Nuestra Señora al Templo
La memoria de la Presentación de la Santísima Virgen María, tiene una gran importancia, porque en ella se conmemora uno de los “misterios” de la vida de quien fue elegida por Dios como Madre de su Hijo y como Madre de la Iglesia. En esta “Presentación” de María se alude también a la “presentación” de Cristo y de todos nosotros al Padre.
Por otra parte, constituye un gesto concreto de ecumenismo con nuestros hermanos de Oriente. Esto se puede apreciar en el comentario de la Liturgia de las Horas que dice: “En este día, en que se recuerda la dedicación de la iglesia de Santa María la Nueva, construida cerca del templo de Jerusalén en el año 543, celebramos junto con los cristianos de la Iglesia oriental, la “dedicación” que María hizo de sí misma a Dios desde la infancia, movida por el Espíritu Santo, de cuya gracia estaba llena desde su concepción inmaculada”.
El hecho de la presentación de María en el templo no lo narra ningún texto de la Sagrada Escritura; de él, sin embargo, hablan abundantemente y con muchos detalles algunos escritos apócrifos. María, según la promesa hecha por sus padres, fue llevada al templo a los tres años, en compañía de un gran número de niñas hebreas que llevaban antorchas encendidas, con la participación de las autoridades de Jerusalén y entre el canto de los ángeles. Para subir al templo había quince gradas, que María caminó sola a pesar de ser tan pequeña. Los apócrifos dicen también que en el templo María se nutría con un alimento especial que le llevaban los ángeles, y que ella no vivía con las otras niñas sino en el “Sancta Sanctorum”, al cual tenía acceso el Sumo Sacerdote sólo una vez al año.
La realidad de la presentación de María debió ser mucho más modesta y al mismo tiempo más gloriosa. Por medio de este servicio a Dios en el templo, María preparó su cuerpo, y sobre todo su alma, para recibir al Hijo de Dios, viviendo en sí misma la palabra de Cristo: “Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la practican”.
La urgencia en Chile de reformas en base a cambios estructurales para la educación, ha convocado a todo el espectro social a participar y ser partícipes en el debate. Sin embargo, los acuerdos no han dado con los arribos para su concreción, ya que los temas claves del debate adquieren mayor complejidad y parecen irreconciliables: educación universal y libertad de enseñanza; lucro y no-lucro en la educación; calidad de la enseñanza; no selección de estudiantes; etc.
A continuación reproducimos el documento de la Conferencia Episcopal de Chile, en su integridad para ser analizado, debatido y puesto en la perspectiva de nuestro carisma.
Una reforma educacional por el bien de Chile
1. La Conferencia Episcopal de Chile, frente al actual trámite legislativo del proyecto de ley sobre la reforma educacional, desea ofrecer su aporte en vista del ingreso de dicho proyecto a la discusión en el Senado de la República. Nuestra motivación es el bien de Chile, especialmente de sus niñas, niños y jóvenes. Ellos tienen derecho a una educación de calidad independientemente de donde estudien, y a crecer en un país respetuoso de la pluralidad de proyectos educativos, así como también del esfuerzo y aporte que tanto la educación pública como particular, laica y confesional, han brindado al país.
Propuestas para una mejoría sustancial y urgente
2. Desde el inicio de esta propuesta, hemos expresado nuestro apoyo y colaboración en la búsqueda de mejoras sustanciales para el actual sistema educacional. Somos conscientes, a la luz de distintos diagnósticos, no sólo de la urgencia de una transformación de la educación en el país, sino también de un avance significativo en la oferta educacional dirigida a las personas más vulnerables. Es imprescindible la construcción de un sistema más equitativo y el fin de la segregación social desde la base, favoreciendo mayores grados de integración e inclusión.
3. En estos meses, a la luz de nuestra experiencia, hemos realizado un discernimiento serio respecto de los contenidos hasta ahora conocidos del proyecto, y nos hemos comprometido a abordar, desde una crítica muy constructiva, los desafíos que plantea. Si bien no compartimos en varios aspectos la forma de llevar a cabo la reforma educacional, dada la ausencia de presupuestos claros respecto de la naturaleza, fines y principios de una auténtica educación, queremos aportar propuestas de modo responsable. Así, nos sumamos a la reflexión y contribución de todos los demás sectores que han hecho de la educación un servicio reconocido y significativo a la Patria.
Incertidumbre y preocupación en las comunidades escolares
4. Lo hacemos en medio de un intenso debate público que ha suscitado fuertes preocupaciones objetivas en cientos de comunidades educativas, especialmente particulares que reciben subvención del Estado. Nos parece positivo que se vigile con atención que los recursos proporcionados por el Estado para la educación sean utilizados única y exclusivamente con este fin. Pero nos preocupa que la reforma pueda construirse sobre diagnósticos insuficientes de la verdadera y múltiple realidad de los colegios particulares subvencionados y que pueda afectar el legítimo funcionamiento de las comunidades educativas, sean laicas o confesionales, o desincentive a continuar educando o a crear nuevos colegios.
5. Constatamos, a su vez, que los padres, madres y apoderados, en cuanto primeros y principales educadores de sus hijos, están asumiendo el rol que les cabe en los procesos educativos, defendiendo sus derechos y su libertad de elegir la educación que desean para sus hijos. Así lo han hecho saber con mucha fuerza y claridad al país. La Iglesia reconoce el derecho a manifestar su inquietud y declara su esperanza de que su clamor no quede desatendido.
6. En el actual contexto de gran incertidumbre que se vive al interior de la educación escolar, queremos reconocer y compartir la angustia y el desánimo que se ha instalado en muchas comunidades educativas. Estamos convencidos de que es posible buscar caminos de entendimiento en esta delicada materia y que se logrará en la medida que reine un espíritu de escucha, diálogo y búsqueda del bien común tanto en las autoridades como en los interesados en ofrecer su punto de vista y sugerencias. Este es el camino para que el presente proyecto de ley pueda convertirse – con las necesarias transformaciones – en una buena noticia para los niños, niñas y jóvenes del país, sus familias y toda la sociedad.
Libertad de enseñanza, iniciativa y fiscalización
7. Creemos fundamental que se fomente la diversidad de proyectos educativos en la educación chilena, tan necesaria para la democracia. Nuestra educación debiera manifestar con nitidez los atributos asociados a la libertad de enseñanza: provisión mixta, libertad para el desarrollo de los proyectos educativos con la imprescindible autonomía en la gestión, sin perjuicio de la debida fiscalización y sanciones a los infractores por parte del Estado.
8. También creemos que es esencial que se garantice la factibilidad de abrir nuevos establecimientos y mantener los actuales, desarrollar el trabajo en red entre quienes comparten una misma impronta educativa y han generado sinergias que enriquecen la formación de los alumnos. Además, resulta primordial favorecer la inclusión social, asegurando el acceso a esta misma educación de calidad a aquellas personas con habilidades especiales.
9. Creemos necesario reconocer la concepción laica de la educación en los colegios no confesionales, es decir, no laicista, por tanto, respetuosa de toda expresión religiosa, así como aceptar la concepción cristiana o de otra expresión religiosa de los colegios confesionales, y facilitar la libertad de elección de los padres.
Una gratuidad que garantice la calidad
10. La Iglesia, por otra parte, valora positivamente el esfuerzo declarado por el Gobierno en orden a proveer una educación gratuita para todos nuestros niños y niñas. Sin embargo, nos parece aconsejable que este loable esfuerzo no pierda de vista el norte, porque el país requiere de una Reforma educacional, pero no cualquier Reforma. De nada servirá una educación gratuita si ella no es de calidad ni adecuadamente financiada para todos los alumnos y alumnas. En efecto, todos los estudiantes de colegios gratuitos, independientemente de donde realicen sus estudios, han de recibir idénticos recursos del Estado, ya que cualquier discriminación al respecto atentaría contra la equidad y la calidad de los aprendizajes para todas y todos.
Imprescindible debate sobre la calidad de la educación
11. Debemos entrar cuanto antes en el importante debate de la calidad de la educación, sobre el hecho educativo en sí mismo y sobre la valoración y formación de los profesores. Nos preocupa que la actual discusión se haya centrado en la estructura de propiedad de los colegios, la falta de libertad para crear nuevos establecimientos y proyectos educativos, la creciente inflexibilidad para asignar recursos a las prioridades definidas por cada sostenedor según su propio proyecto educativo, el exceso de regulaciones innecesarias que amenazan con instalar la sospecha y la desconfianza como el modo ordinario de percibir el servicio de los establecimientos, también la falta de incentivos reales para el comodato y compraventa de propiedades, como los obstáculos para un arriendo regulado y legítimo.
Aportes acogidos y nuevos desafíos para un gran acuerdo
12. Es importante destacar que, en la primera fase de su tramitación, se introdujeron mejoras al proyecto como eliminar la plataforma centralizada de admisión de alumnos y dejar el proceso en manos de los colegios, reconocer que los sostenedores son más que meros administradores de recursos públicos, reconocer como sostenedores a las personas jurídicas de derecho público sin necesidad de convertirse en nuevas fundaciones, etc.
13. En esta segunda fase legislativa, no puede olvidarse que la envergadura de esta reforma tiene efectos de muy largo plazo. Antes de tomar decisiones que puedan tener un gran impacto, en un sentido o en otro, se hace imperativo en el Senado una reflexión serena, amplia, informada, sin apuros y con el tiempo que sea necesario. Ello permitirá arribar a los grandes acuerdos que esta materia requiere y que hagan posible una reforma aplicable en la gestión ordinaria de las escuelas, sostenible en el tiempo, cuyo eje sea la calidad de la educación y aquellos pilares identitarios de nuestro sistema educacional, existentes desde los albores de la República.
14. Por el bien superior de Chile, hacemos un ferviente llamado a todos los sectores, en especial al gobierno, al mundo político y legislativo, a trabajar con generosidad para alcanzar un gran acuerdo en educación, a impulsar una Reforma en modo gradual, caracterizada por una transición serena y ordenada a las futuras entidades jurídicas, sin detrimento y menoscabo patrimonial de los sostenedores; a definir un abanico de fórmulas que flexibilicen y favorezcan la aplicación de las nuevas normativas de acuerdo a la pluralidad y complejidad de situaciones que componen la realidad del mundo particular subvencionado, asegurando un aumento de la subvención general como un servicio a la calidad.
15. Por esta razón, quisiéramos recordar que, ante cualquier otra legítima consideración, está primero el bien de las personas de nuestros niños, niñas y jóvenes, el de la familia chilena, el del futuro del país, el de la educación y el servicio público de quienes la ofrecen. Se trata de un deber ineludible.
Oramos para avanzar hacia una educación integral
16. Jesucristo, Señor y Maestro, nos dejó en su persona la norma suprema de la educación cuando nos exhortó: “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,28) y nos envió a enseñar a guardar todo lo que él nos mandó (cf. Mt 28,19-20). En este Mes bendito, pedimos a la Virgen María que nos conceda con su intercesión encontrar los caminos de una auténtica educación, que colabore en la formación integral de las nuevas generaciones, y en la construcción de una Patria de hermanos, en donde cada uno pueda encontrar lo necesario para desarrollar las potenciales que Dios le ha regalado.
ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN
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__________ PARA OBTENER UNA GRACIA ESPECIAL ¡Oh María, consuelo de cuantos os invocan!. Escuchad benigna la confiada oración que en mi necesidad elevo al trono de vuestra misericordia. ¿A quién podré recurrir mejor que a Vos, Virgen bendita, que sólo respiráis dignidad y clemencia, que dueña de todos los bienes de Dios, sólo pensáis en difundirlos en torno vuestro? Sed pues mi amparo, mi esperanza en esta ocasión; y ya que devotamente pende de mi cuello la Medalla Milagrosa, prenda inestimable de vuestro amor, concededme, Madre Inmaculada, concededme la gracia que con tanta insistencia os pido. _________ PARA OBTENER LA CONVERSIÓN DE UN PECADOR ¡Oh Virgen Inmaculada, verdadera escala por donde pueden los pecadores llegar al reino de Dios! Mostraos tal en la conversión de este infeliz que eficazmente encomendamos a vuestro patrocinio; iluminad su inteligencia con los rayos de luz divina que proyecta vuestra Medalla, para que conozca la vida peligrosa que arrastra, la inmensa desventura en que vive alejado de Dios y el terrible castigo que le espera; y, sobre todo, dejad sentir vuestra influencia sobre su corazón para que llore la ingratitud con que mira a Dios, su Padre amoroso, y a Vos, su tierna y cariñosa Madre. Tendedle vuestra mano ¡oh Virgen Purísima! arrancadle del cautiverio del pecado, sacadle de las tinieblas en que yace y conducidle al reino de la luz, de la paz y de la divina gracia. _________ PARA OBTENER LA CURACIÓN DE UN ENFERMO ¡Oh María, sin pecado concebida, cuya inmensa bondad y tierna misericordia no excluye el alivio de este amargo fruto de la culpa que se llama enfermedad de la cual es con frecuencia víctima nuestro miserable cuerpo! ¡Oh Madre piadosa, a quien la Iglesia llama confiada ¡Salud de los enfermos! Aquí me tenéis implorando vuestro favor. Lo que tantos afligidos obtenían por la palabra de vuestro Hijo Jesús, obténgalo este querido enfermo, que os recomiendo, mediante la aplicación de vuestra Medalla. Que su eficacia, tantas veces probada y reconocida en todo el mundo, se manifieste una vez más: para que cuantos seamos testigos de este nuevo favor vuestro, podamos exclamar agradecidos: La Medalla Milagrosa le ha curado. _________ PARA DAR GRACIAS POR UN FAVOR RECIBIDO ¡Oh dulce y gloriosísima Virgen María! He dirigido mis humildes súplicas a vuestro trono, y he conocido por experiencia que nunca se os invoca en vano; que vuestros ojos miran complacidos a quien en vuestra presencia se postra; que vuestros oídos están atentos a nuestras plegarias; que vuestras manos vierten bendiciones a torrentes sobre el mundo entero, y en particular sobre los que llevan con confianza la Medalla Milagrosa. ¿Cómo pagaros, Madre Inmaculada, tanto favor? De ningún modo mejor que proclamando vuestra bondad y difundiendo por todas partes vuestra bendita Medalla, como me propongo hacerlo desde este día en testimonio de mi agradecimiento y de mi amor. Dadme gracia, Madre mía, para llevarlo a cabo. _________ ORACIÓN DE JUAN PABLO II Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte Amén. Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos. Ésta es la oración que tú inspiraste, oh María, a santa Catalina Labouré, y esta invocación, grabada en la medalla la llevan y pronuncian ahora muchos fieles por el mundo entero. ¡Bendita tú entre todas las mujeres! ¡Bienaventurada tú que has creído! ¡El Poderoso ha hecho maravillas en ti! ¡La maravilla de tu maternidad divina! Y con vistas a ésta, ¡la maravilla de tu Inmaculada Concepción! ¡La maravilla de tu fiat! ¡Has sido asociada tan íntimamente a toda la obra de nuestra redención, has sido asociada a la cruz de nuestro Salvador! Tu corazón fue traspasado junto con su Corazón. Y ahora, en la gloria de tu Hijo, no cesas de interceder por nosotros, pobres pecadores. Velas sobre la Iglesia de la que eres Madre. Velas sobre cada uno de tus hijos. Obtienes de Dios para nosotros todas esas gracias que simbolizan los rayos de luz que irradian de tus manos abiertas. Con la única condición de que nos atrevemos a pedírtelas, de que nos acerquemos a ti con la confianza, osadía y sencillez de un niño. Y precisamente así nos encaminas sin cesar a tu Divino Hijo. Te consagramos nuestras fuerzas y disponibilidad para estar al servicio del designio de salvación actuado por tu Hijo. Te pedimos que por medio del Espíritu Santo la fe se arraigue y consolide en todo el pueblo cristiano, que la comunión supere todos los gérmenes de división que la esperanza cobre nueva vida en los que están desalentados. Te pedimos por los que padecen pruebas particulares, físicas o morales, por los que están tentados de infidelidad, por los que son zarandeados por la duda de un clima de incredulidad, y también por los que padecen persecución a causa de su fe. Te confiamos el apostolado de los laicos, el ministerio de los sacerdotes, el testimonio de las religiosas. Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. |
“ya no más resistencia a Jesús…”
santa Luisa de Marillac
No pensó en nada más que en su rosario, tan gastado como el delantal azul que junto a ella recorre los pasillos del “Hogar”. No pensó en nada más, solamente en las cuentas rosas enredadas en sus dedos. No pensó en cómo sería su caída, luego de tropezar en las escaleras hacia el patio del “Hogar”. Incluso le dio lo mismo si las asistentes de la cocina aún no llegaban, después de todo aprendió a cocinar en el noviciado. En verdad, sus cuentas palo de rosa y la constante imagen del Nazareno clavado en la Santa Cruz fueron su consuelo en aquel momento: ¡qué más dan las llagas de esta vida de servicio! si el Ángel Custodio permanece junto al Santísimo velando por mis caídas, mis derrotas, alegrías y anhelos. Ella cae por las escaleras, su mano derecha aprieta el rosario y su corazón se abre a la Providencia.
Caerá, morirá y por misericordia será otra vez. Se levanterá del suelo y su rosario estará aún entre sus dedos. Simplemente "porque para mí –como les decía san Pablo a los cristianos de Filipo– el vivir es Cristo y el morir es ganancia" (Flp 1:21). Caer en Cristo es vida, muerte y resurrección, y otra vez, vida y muerte y resurrección; así a cada hora de la jornada de servicio y oración vicentina.
No dejar de orar durante la jornada de servicio en una Hija de la Caridad, es lo mismo que rezar siete veces al día la angélica y humana liturgia del Pueblo de Dios en un coro de consagrados. Esto último, porque trabajo y oración caminan codo a codo por el sendero de la esperanza y del amor más caritativos, renovados en la acción cotidiana de la fe. Esta obviedad teologal, nos llevan juntos y juntas, como pueblo, a la contemplación plena del rostro de Cristo pobre en los sin prosperidad, en los sin futuro, en los marginados y excluidos desde la opción por la entrega y búsqueda diarias.
Sobre lo anterior, santa Luisa de Marillac ruega a sus hermanas que por el mero hecho de amar a Jesús, “se renueven en su resurreción y reciban la paz que tantas veces nos dio en la persona de sus apóstoles” (Correspondencia 191). Pero no, por cierto, en esa suerte de oración estática, “sino en el trabajo y recuerdo de las llagas que por nosotros padeció; enseñandonos así que no podremos tener paz con Dios, con el prójimo y con nosotras mismas si Jesucristo no nos la da, y que no la dará sino por los méritos de sus llagas y sufrimientos, los que no nos serán nunca aplicados sin la mortificación de nosotros mismos, que adquiriremos imitándole en el cumplimiento de la voluntad de dios” (Idem).
Sin más claustro que las grietas de un rostro anciano por recorrer, sin más celda que la premura por el hambre de un pequeño, ni más Oficio Divino que una jaculatoria o el susurro mascullado de los Misterios del Santo Rosario, la “oración en servicio” de las hermanas de la Compañía de las Hijas de la Caridad se descubre como permanente entrega y memoria del Dios en el caminar del Buen Samaritano: misericordia y ternura, actitud orante y servicio efectivo.
En la espiritualidad de las dos Compañías fundadas por san Vicente de Paúl, el concepto de martirio pareciera ser algo peculiar, extraño. El motivo puede que a primera vista, el carisma vicentino no es defender la fe a ultranza con todos los instrumentos posibles, sino más bien al contrario, una disposición a abrazar todas las ocasiones de servir a Jesucristo en los más pobres, aunque para ello haya que poner la propia vida en peligro.
La opción de vida de cualquier discípulo de Vicente de Paúl es el Amor, la Caridad. Amor apasionado a Jesucristo y a los pobres. Amor afectivo y efectivo. También fue el amor la orientación de vida de Jesús, que pasó por el mundo haciendo el bien. Su programa queda expresado en el texto de Lucas: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia» (Lc 7, 22).En esta vocación de caridad, el martirio es consecuencia lógica de la misma caridad, ya que es el acto de amor a Dios lo más grande que podemos hacer y hacerse, y, que jamás se haya hecho.
Las Hijas de la Caridad, se encuentran frecuentemente en situaciones en las que, permaneciendo al servicio de los pobres, se exponen al peligro de perder la vida. El tipo de trabajo, duro e intenso, prestando los servicios más bajos; los lugares a donde son enviadas, donde puede haber guerra, hambre, falta de higiene, epidemias, son motivo para que la muerte las pueda encontrar «con las armas en la mano». De aquí el don del martirio en nuestra Compañía, pues disponerse a servir in extremis entre los más desposeídos y las situaciones de muerte contemporáneas: es asunto de mártires. “¿Qué vais a hacer?”, dice Vicente de Paúl a las Hermanas que van a Calais. “Vais al martirio, si Dios quiere disponer de vosotras. En cuanto a vuestra querida Hermana, estoy seguro de que actualmente recibe la recompensa de los mártires, y vosotras tendréis la misma recompensa, si tenéis la dicha de morir con las armas en la mano. ¡Qué dicha para vosotras!” (IX, 1089).
Hna. Claudia Artiga F.
Hija de la Caridad
“la sirena de ambulancia prende fuego al oído”
Víctor Hugo Díaz.
Caminando por lo que son los pasillos de un establecimiento educacional vicentino, me topo con Gilda, tía Gilda para los más. Ella, con sus muchos años de asistencia en el establecimiento, observa el infinito oculto de un par de flores de alelí. Muy al estilo de un teeneger, Gilda está totalmente enchufada a unos audífonos. “¡Tía Gilda!”, le digo y no responde. Insisto. Dice: “Perdón mi niño, es que estoy rezando”. “¿Rezando?”, le pregunto. “Sí, rezando con Radio María, estamos en el Misterio de las Bodas de Caná y pidiendo por un estudiante que se suicidó hace dos días”.
Al detenernos a reflexionar sobre el cuadro anterior, por cierto nada usual, podemos pasar de la comicidad del hecho a la vigencia del mandato misionero de cualquier laico con la Redención del Mundo. Parece complejo, pero en el fondo es sino la realización cotidiana de la caridad que alienta la construcción del Reino, o, que hace de su esperanza una vibrante y concreta actualización del sentido de la Resurrección del Dios-Hombre en cada una de nuestras entrañas. Será como dejar de lado el espejo empañado de Pablo, para contemplar más límpido, algo más transparente. Todo esto último da razón y fe, de que la vocación cristiana laical ha de estar consciente de las suyas virtudes teologales preñadas desde la Creación. Sin ellas, por de suyo, la vida cristiana se convierte en mero humanismo social. Sin amor, la fe y la esperanza no tienen peso; y el amor sin esperanza ni fe, es un desorden… ¿qué diría el santo Obispo de Hipona?
El hombre y la mujer comunitarios, para “santificar y salvar a los hombres, no individualmente y aislados entre sí…” (Lumen Gentium), pensando por cierto en que son libres de optar por ello, han de constituirse -tal vez no tan irremediablemente- en un pueblo nuevo que re-conoce, una y otra vez, a Él, al el Mesías de los Profetas, a la Palabra que ilumina en razón y fe: la Verdad, la Vida y el Bien. No sólo la Verdad de la Vida en su conjunto, también, la buenaventurada decisión a servir. Servir por precariedad, no propia sino general, esa ontología de lo humano, o sea, la verdaderamente humana, servir con todo aquello que nos hace falta: como creer y lanzarse en lo Infinito del Eco apabullante del Dios que ama lo que crea, como escuchar a Aquel Hermoso Hijo de María que habló, sanó y Ascendió con partituras cantadas por querubines. Trascendencia en lo profundo del corazón, música y poesía tejieron la cuna de David; en ellas Guillermo Schiller se cuestionó sobre la verdad del eco o la del abismo; en ellas mismas, el antes Cardenal Ratzinger alumbra lo que nos espera y lo que nos deviene. Servir o caer en el abismo de la nada, quizá ésta sea la cuestión del laico cristiano.
El Espíritu riega los corazones de sus fieles, cae de lo alto para perfeccionar su estar-en-comunidad-de-Revelación-y-Tradición. Participar de las Bodas de Caná o comer con prostitutas y mercaderes, será como habérselas en la misión del Verbo pues el Paráclito siempre consuela. Pero rezar con audífonos mientras se riegan flores, es igual que volver a la parresia con el Verbum, con Jesús, Hijo de Dios y hermano de María Madre Nuestra, quien “llevó una vida idéntica a la de cualquier obrero de su tiempo y de su región” (Gaudium et Spes).
Gilda, nuestra tía Gilda, con sus audífonos tiene el amor más grande, aquel “que ofrece su vida por sus amigos” (Jn 15,13), que ya no es un total sí mismo sino que se va redimiendo por decidir estar en comunidad. Éste cristiano/a estimula el ensanchamiento de la fe, la esperanza y el amor. Su escucha radial, tal vez extraña para nosotros, ensancha el Cuerpo Místico con tanta devota onda radial. Todo aquel que es consciente de sí mismo lo urge el angostamiento del Cuerpo Místico, ya que en el sí mismo es esencialmente trascendente, desea lo otro que es Guía, Maestro, Verdad, Vida. Es más, se ajetrea interior y exteriormente por responsabilizarse de su misión espiritual.
Aunque sea al estilo de tía Gilda, ese ingenio laical misionero, del cual religiosos y religiosas cada vez están más pendientes, la Redención del Mundo está asegurada, porque si culmina en el sacramento de la caridad, en aquel banquete divino que es la Acción de Gracias la novedad de su hacer da lo mismo, es más, será como sirena de ambulancia que prende fuego en nuestros oídos en post del Reino.
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