La Encarnación y la Navidad con san Vicente
23/12/2013Formación VicencianaLeave a Comment
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Autor: Bernard Koch, C.M. · Año publicación original: 2011 · Fuente: Ecos de la Compañía.
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La Congregación de la Misión fue fundada el 17 de abril de 1625 » para honrar el misterio de la encarnación, de la vida y la muerte de Jesucristo «1, y la Bula que la instituye canónicamente, el 12 de enero de 1633, especifica que » Promoverán también el culto especial a la santísima Trinidad, al sagrado misterio de la encarnación y a la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios «2. El Señor Vicente debía, en particular a Berulle, esta devoción central a la Santísima Trinidad y a la Encarnación, con la contemplación y el amor de Jesús en su vida terrestre y su pasión, tanto en su vida en el seno de la Trinidad como en su resurrección.
Tal vez es un aspecto de san Vicente poco conocido y que además, no es más que un elemento de la idea central de la Encarnación, lo que se podría llamar su devoción al año litúrgico y su amor a la liturgia en general. Para él, como buen discípulo de Bérulle, los acontecimientos de la vida de Jesús, sus sentimientos y sus acciones, tienen cada uno, una dimensión eterna puesto que es la Persona misma del Verbo de Dios, estos hechos se nos presentan a lo largo de la historia, y muy especialmente gracias a la institución de la Eucaristía, que nos los presenta realmente a lo largo de todo el año litúrgico. Es de la Eucaristía y no de nuestras acciones caritativas de lo que el Señor Vicente escribe: que » el amor es infinitamente inventivo,«, porque es «donde él se encuentra real y substancialmente como está en el cielo«3.
Sin embargo, en el ciclo litúrgico se nos propone la Santa Misa, como el Oficio, en relación sucesiva con los distintos hechos de salvación, en la vida de Jesús. Por consiguiente, habiendo continuado, como lo había vivido con Bérulle en los comienzos del Oratorio, con la práctica de tener una conferencia cada semana con sus cohermanos, el señor Vicente quiso, como él, utilizar las fiestas del ciclo litúrgico como tema de oración, de intercambio de oración o de conferencia, en el momento de estas fiestas, al menos cada dos años. Propuso también un método para meditarlos: considerar el fin del misterio conmemorado4, o también representarse «la historia» con todos los detalles5.
De la mayoría de sus conferencias anteriores a 1655 no se tomaron notas y muchos cuadernos de notas fueron destrozados durante el saqueo de San Lázaro, el 13 de julio de 1789. Tenemos que contentarnos con algunas copias que nos quedan y algunos fragmentos citados por Abelly. Tenemos al menos la lista, más o menos completa, de los temas en los últimos diez años, de 1650 a 1660. Esto nos permite adivinar el número de veces que antes ha hablado de ello.
Vemos tres veces una conferencia sobre el Adviento, en 1652, 1654 y 1658, y 4 sobre la Navidad, en 1650, 1651, 1654 y 1656. En 1657, las conferencias de diciembre son sobre las virtudes de 5 cohermanos muertos por la peste o en Madagascar. Desgraciadamente, no nos ha llegado ninguna de estas conferencias, bien porque no pudieron tomar apuntes, o porque desaparecieron durante el saqueo de San Lázaro el 13 de julio de 1789.
No obstante, intentemos, a partir de otros pasajes, hacernos una pequeña idea de la manera cómo el Señor Vicente vivía y meditaba la preparación de estas fiestas. Vivir la Navidad como la Santa Comunión, se apoyan en dos aspectos:
Nuestros primeros textos se encuentran en sus borradores de sermones sobre la Comunión, hacia 1613/1616. Encontramos en ello un paralelo entre la preparación de la venida de Cristo al mundo y su venida a nosotros: nuestras comuniones son, aunque parezca imposible, una continuación de la Encarnación:
Preparación de la Encarnación
«[Dios]Previó, pues, que como era preciso que su Hijo tomara carne humana de una mujer, era conveniente que le tomase de una mujer digna de recibirle, una mujer que estuviera llena de gracia, vacía de pecado, enriquecida de piedad y alejada de todos los malos afectos. Presentó ya entonces ante su vista a todas las mujeres que habría en el mundo y no encontró a ninguna tan digna de esta gran obra como la purísima e inmaculada virgen María. Por eso se propuso desde toda la eternidad disponerle esta morada, adornarla de los más admirables y dignos bienes que puede recibir una criatura, a fin de que fuera un templo digno de la divinidad, un palacio digno de su Hijo.»
Preparación de su venida a nosotros:
«Si la previsión eterna puso ya entonces sus ojos para descubrir este receptáculo de su Hijo y, después de descubrirlo, lo adornó de todas las gracias que pueden embellecer a una criatura, como él mismo lo declaró por boca del ángel que le envió como embajador, ¡con cuánta mayor razón hemos de prever nosotros el día y la disposición requerida para recibirle! ¡Cómo hemos de adornar cuidadosamente nuestra alma de las virtudes requeridas por este tan alto misterio y que podemos adquirir por la devoción!« (SV X, 019 [16] pp.42-45
Este sermón sigue mostrando:
«El Espíritu santo no quiso que aquella acción tuviera lugar sin contribuir él mismo a ella y escogió la sangre más pura de la Virgen para la concepción de aquel cuerpo».
Los ángeles hicieron resonar los aires con sus cánticos y alabanzas, cuando vino a este mundo. San Juan le rindió homenaje, cuando estaba todavía en el seno de su madre. Los magos, que representan a la ciencia humana, contribuyeron también por su parte a su homenaje. Los pastores, símbolo de la sencillez, le mostraron también su reverencia.»
«¡Y qué diremos incluso de los animales irracionales! Tampoco ellos quisieron faltar a esta adoración».
Y lo que es más extraño todavía, hasta las cosas inanimadas, que carecen de inteligencia, hicieron un esfuerzo en la naturaleza para alcanzarla y poder contribuir de este modo a su fe y acatamiento.» (SV X, 019 [16]. pp. 42-45
¿Y nosotros?
«Si Dios Padre, Hijo y Espíritu santo, si los ángeles, los niños, los hombres ilustres en dignidad y egregios en sabiduría, si los sencillos, los animales irracionales y las cosas inanimadas contribuyeron unos a prever, otros a preparar, otros a realizar, cada uno en la medida de sus posibilidades, el nacimiento del Hijo de Dios, ¿con cuánta más razón deberá el hombre prever, esforzarse y disponerse a la recepción de este mismo creador?».
Insiste en el lugar especial de la alabanza admirativa
Durante una conferencia sobre el oficio divino el 26 de septiembre de 1659, san Vicente insiste en el espíritu de alabanza, tomando el ejemplo del anuncio de la Encarnación:
«Las alabanzas de Dios no son tan poca cosa como nos imaginamos. ¿Sabéis, hermanos míos, que el primer acto de la religión es la alabanza de Dios? Más aún: esto está incluso por encima del sacrificio. Dice el proverbio: prius est esse quam operari; es menester que una cosa exista antes de obrar, y que exista en el ser antes de persistir: prius est esse quam sustentari. Hay que reconocer la esencia y la existencia de Dios y tener algún conocimiento de sus perfecciones antes de ofrecerle un sacrificio, esto es natural porque ¿a quién ofrecéis vuestros presentes?, a los grandes, a los príncipes y a los reyes; a ésos es a quienes rendís vuestro homenaje.»
Tan cierto es esto que Dios observó este mismo orden en la encarnación. Cuando el ángel fue a saludar a la santísima Virgen, empezó por reconocer que estaba llena de las gracias del cielo: Ave, gratia plena: Señora, estás llena y colmada de los favores de Dios; Ave, gratia plena. Así lo reconoce y la alaba como llena de gracia. ¿Y qué hace luego? Aquel hermoso regalo de la segunda persona de la santísima Trinidad; el Espíritu Santo, reuniendo la sangre más pura de la santísima Virgen, formó con ella un cuerpo, luego creó Dios un alma para informar aquel cuerpo y a continuación el Verbo se unió a aquella alma y a aquel cuerpo por una unión admirable, y de esta forma el Espíritu Santo realizó el misterio inefable de la encarnación. La alabanza precedió al sacrificio» (SV XI-IV- 136.(26.09.59) pp.604-616
En una carta del 22 diciembre 1656, a Jean Martin, termina compartiéndole sus pensamientos sobre otro aspecto: el anonadamiento del Hijo de Dios, en términos muy berulianos. El Hijo de Dios, por quien todo ha sido hecho, que da la existencia a todo ser, como lo enseña el prólogo del Evangelio según San Juan, se convierte en criatura, es decir, que por El no existe y que sólo existe por la voluntad y el amor de Dios:
» Por aquí no tenemos más novedad que el misterio que se nos acerca y que nos hará ver al Salvador del mundo como anonadado bajo la forma de un niño. Espero que nos encontremos juntos a los pies de su cuna para pedirle que nos lleve tras él en su humillación. Con este deseo y en su amor soy, padre, su muy humilde servidor» (SV, VI, 2275 [2182] pp.143-144).
Bérulle hubiera escrito varias páginas para parafrasear esta meditación de Filipenses 2; Vicente se contenta con dos frases, pero muy densas y llenas de consecuencias. El viernes 2 de mayo de 1659, hablando sobre la mortificación y el desapego de nuestros padres, Vicente responde a una eventual objeción, que Jesús se quedó con sus padres y luego en relación con su madre, mostrando cómo, recíprocamente, san José y la Santísima Virgen estaban unidos y le sometían sus pensamientos y sus deseos:
Sí, pero sus padres tenían siempre su entendimiento y sus deseos sujetos a ese divino niño y sus acciones y afectos se conformaban con la divina voluntad gracias a la sabiduría adorable y a la providencia eterna del Padre, que lo había hecho el director y la guía de san José y de la Santísima Virgen.» (SV, XI-4 127.(02.05.59) pp. 51-5124).
El 15 de noviembre de 1656, en la repetición de oración, el señor Vicente expresó de manera más concreta este anonadamiento del Hijo de Dios para llegar a ser el Salvador. El hecho de que la misma idea le vuelva en una conferencia y luego en una carta, con seis semanas de diferencia, nos muestra de qué modo estaba impregnado por sus meditaciones, y las vivía.
«¿Y no vemos también cómo el Padre eterno, al enviar a su Hijo a la tierra para que fuera la luz del mundo, no quiso sin embargo que apareciera más que como un niño pequeño, como uno de esos pobrecillos que vienen a pedir limosna a esta puerta?
¡Padre eterno, tú enviaste a tu Hijo a iluminar y enseñar a todo el mundo, pero ahora lo vemos aparecer de esa manera! Pero esperad un poco y veréis los designios de Dios; como ha decidido que el mundo no se pierda, por eso, en su compasión, ese mismo Hijo dará su vida por ellos».
«Pero, padres y hermanos míos, si consideramos por otra parte la gracia que les ha concedido a los de la compañía de librarse de este naufragio, ¿verdad que estaréis de acuerdo en que Dios protege de una manera especial a esta pobre, pequeña y miserable compañía? Esto es, padres, lo que más debe animarla a que se entregue cada vez más a su divina Majestad de la mejor manera que le sea posible, para llevar a cabo su gran obra.» (SV, XI-3, 084 [160] pp.259-266)
¿Cuál es la manera más hermosa de expresar la misión de Jesús que la Iglesia y la Compañía han de que continuar?
Era el método de oración de nuestro Fundador: quería un mínimo de consideraciones para avivar el afecto y el celo, con miras a tomar resoluciones muy prácticas: aquí nos tienes, pues, «consagrados para continuar la misión de su Hijo,» cada uno según sus aptitudes y sus fuerzas6. Continuar su misión está también aplicada a los que son como niños. El 13 de febrero de 1646, hablando a las Hijas de la Caridad sobre el amor de su vocación y la asistencia de los pobres, enumera diversas categorías de pobres, en los que sirven a Jesús: » Id a ver a los pobres condenados a cadena perpetua, y en ellos encontraréis a Dios; servid a esos niños, y en ellos
encontraréis a Dios.» (SV, IX-1 024.(13.02.46) pp. 230-242)
El 18 de octubre de 1655, enseña a las Hijas de la Caridad la diferencia entre el fin de su Compañía y el de otras Compañías, Cartujos, Capuchinos, Carmelitas, Religiosas del Hôtel-Dieu, añadiendo que servir a los niños, es honrar la infancia de Jesús: «el fin al que debéis tender es honrar a Nuestro Señor Jesucristo, el siervo de los pobres, en los niños para honrar su infancia, etc.» (SV, IX-2, 071.(18.10.55) pp.746-758)
Finalmente retengamos esta otra fórmula poco conocida, pero muy precisa y exigente que repite más de una vez, por ejemplo el 17 de junio de 1657: «Es menester que nos pongamos totalmente al servicio de Dios y al servicio de la gente». (SV, XI-3 090 [167]. pp.280-282)
Podemos ver cómo el señor Vicente tiene una espiritualidad de unidad, de unión:
SOMOS VICENCIANOS
BENEDICTO XVI
MENSAJE URBI ET ORBI
Navidad, martes 25 de diciembre de 2012
«Veritas de terra orta est» - «La verdad ha brotado de la tierra» (Sal 85,12)
Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, feliz Navidad a todos vosotros y vuestras familias.
Expreso mi felicitación esta Navidad, en este Año de la fe, con estas palabras tomadas del Salmo: «La verdad brota de la tierra». En realidad, en el texto del Salmo las encontramos en futuro: «La verdad brotará de la tierra»; es un anuncio, una promesa, acompañada de otras expresiones que juntas suenan así: «La misericordia y la verdad se encontrarán, / la justicia y la paz se besarán; / la verdad brotará de la tierra, / y la justicia mirará desde el cielo; / el Señor nos dará la lluvia, / y nuestra tierra dará su fruto. / La justicia marchará ante él, / la salvación seguirá sus pasos» (Sal 85,11-14).
Hoy, esta palabra profética se ha cumplido. En Jesús, nacido en Belén de la Virgen María, se encuentran realmente la misericordia y la verdad, la justicia y la paz se han besado; la verdad ha brotado de la tierra y la justicia mira desde el cielo. San Agustín explica con feliz concisión: «¿Qué es la verdad? El Hijo de Dios. ¿Qué es la tierra? La carne. Investiga de dónde nació Cristo, y verás que la verdad nació de la tierra… la verdad nació de la Virgen María» (En. in Ps. 84, 13). Y en un sermón de Navidad afirma: «Con esta festividad anual celebramos, pues, el día en que se cumplió la profecía: “La verdad ha brotado de la tierra, y la justicia ha mirado desde el cielo”. La Verdad que mora en el seno del Padre ha brotado de la tierra para estar también en el seno de una madre. La Verdad que contiene al mundo, ha brotado de la tierra para ser llevada por manos de una mujer… La Verdad a la que no le basta el cielo, ha brotado de la tierra para ser colocada en un pesebre. ¿En bien de quién vino con tanta humildad tan gran excelsitud? Ciertamente, no vino para bien suyo, sino nuestro, a condición de que creamos» (Serm. 185, 1).
«A condición de que creamos». Ahí está el poder de la fe. Dios ha hecho todo, ha hecho lo imposible, se ha hecho carne. Su omnipotencia de amor ha realizado lo que va más allá de la comprensión humana, el Infinito se ha hecho niño, ha entrado en la humanidad. Y sin embargo, este mismo Dios no puede entrar en mi corazón si yo no le abro la puerta. Porta fidei. La puerta de la fe. Podríamos quedar sobrecogidos, ante nuestra omnipotencia a la inversa. Este poder del hombre de cerrarse a Dios puede darnos miedo. Pero he aquí la realidad que aleja este pensamiento tenebroso, la esperanza que vence el miedo: la verdad ha brotado. Dios ha nacido. «La tierra ha dado su fruto» (Sal 67,7). Sí, hay una tierra buena, una tierra sana, libre de todo egoísmo y de toda cerrazón. Hay en el mundo una tierra que Dios ha preparado para venir a habitar entre nosotros. Una morada para su presencia en el mundo. Esta tierra existe, y también hoy, en 2012, de esta tierra ha brotado la verdad. Por eso hay esperanza en el mundo, una esperanza en la que poder confiar, incluso en los momentos y en las situaciones más difíciles. La verdad ha brotado trayendo amor, justicia y paz.
Sí, que la verdad brote para la población de Siria, profundamente herida y dividida por un conflicto que no respeta ni siquiera a los enfermos y cosecha víctimas inocentes. Una vez más hago un llamamiento para que cese el derramamiento de sangre, se faciliten las ayudas a los prófugos y a los desplazados y, a través del diálogo, se alcance una solución política al conflicto.
Que la paz brote en la Tierra donde nació el Redentor, y él conceda a israelíes y palestinos la valentía de poner fin a tantos años de luchas y divisiones, y emprender con decisión la vía de la negociación.
Que en los países del Norte de África, que atraviesan una profunda transición en la búsqueda de un nuevo futuro –en particular en Egipto, la amada tierra bendecida por la infancia de Jesús– los ciudadanos construyan juntos sociedades basadas en la justicia, el respeto de la libertad y la dignidad de cada persona.
Que la paz brote en el vasto continente asiático. Que el Niño Jesús mire con benevolencia a los numerosos pueblos que habitan en aquellas tierras y, de modo especial, a cuantos creen en él. Que el Rey de la Paz dirija su mirada a los nuevos dirigentes de la República Popular China en el alto cometido que les espera. Expreso mis mejores deseos de que en esta misión se valore la contribución de las religiones, respetando a cada una de ellas, de modo que puedan contribuir a la construcción de una sociedad solidaria, para bien de ese noble pueblo y del mundo entero.
Que la Navidad de Cristo favorezca la vuelta de la paz en Malí y de la concordia en Nigeria, donde crueles atentados terroristas continúan causando víctimas, particularmente entre los cristianos. Que el Redentor ayude y consuele a los prófugos del Este de la República Democrática del Congo y conceda la paz a Kenia, donde sangrientos atentados han golpeado la población civil y los lugares de culto.
Que el Niño Jesús bendiga a los numerosos fieles que lo celebran en Latinoamérica. Que haga crecer sus virtudes humanas y cristianas, sostenga a cuantos se han visto obligados a emigrar lejos de su familia y de su tierra. Que fortalezca a los gobernantes en su compromiso por el desarrollo y en la lucha contra la criminalidad.
Queridos hermanos y hermanas, amor y verdad, justicia y paz se han encontrado, se han encarnado en el hombre nacido de María en Belén. Ese hombre es el Hijo de Dios, es Dios que ha entrado en la historia. Su nacimiento es un brote de vida nueva para toda la humanidad. Que todas las tierras sean una tierra buena, que acoge y hace brotar el amor, la verdad, la justicia y la paz. Feliz Navidad.
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Santa Luisa de Marillac, reflexiona sobre este tiempo de Navidad en sus escritos a las Hijas de la Caridad.
Podemos también ofrecerlos ante el pesebre como los presentes de los tres Reyes. La limosna en vez del oro, el ayuno en vez de la mirra y la oración como el incienso: y también presentárselos los tres a la Santísima Trinidad: la oración al Padre, el ayuno al Hijo y la limosna al Espíritu Santo; haciéndolo así, adoraremos a nuestro Dios encarnado con los Angeles por medio de la oración, con los Reyes por medio de la limosna y con los pastores por el ayuno, y Dios nos bendecirá....
La Medalla Milagrosa
¡La Medalla de la Inmaculada Concepción —popularmente conocida como la Medalla Milagrosa— fue diseñada según las indicaciones de la misma Santísima Virgen! Por eso no es de extrañar que obtenga tan extraordinarias gracias para aquellos que la llevan puesta y rezan por la intercesión y el socorro de María.
La primera aparición
La historia comienza la noche entre el 18 y 19 de julio de 1830. Un niño (tal vez su ángel de la guarda), despertó a la Hermana (ahora santa) Catalina Labouré, una novicia en la comunidad de las Hijas de la Caridad en París, y le pidió que fuera a la capilla. Allí, Catalina se reunió con la Virgen María y conversó con ella por varias horas. Durante la conversación María le dijo: “Mi niña, te voy a encomendar una misión”.
La segunda aparición
María le dio esta misión en una visión mientras meditaba la noche del 27 de noviembre de 1830. Catalina vio a María parada en lo que parecía ser la mitad de un globo y sosteniendo una esfera dorada en sus manos como si estuviera ofreciéndola al cielo. Nuestra Señora le explicó que la esfera representaba a todo el mundo, pero especialmente a Francia. Los tiempos eran difíciles en Francia, especialmente para los pobres que estaban desempleados, y para los refugiados de las diversas guerras de ese tiempo. Francia fue el primer país en experimentar muchos de estos problemas, los cuales finalmente alcanzaron otras partes del mundo e incluso siguen presentes hoy día. De los anillos en los dedos de María, mientras sostenía la esfera, salían muchos rayos de luz. María explicó que los rayos simbolizan las gracias que ella obtiene para aquellos que las pidan. Sin embargo, algunas de las joyas en los anillos estaban apagadas. María explicó que los rayos y las gracias estaban disponibles, pero nadie las había pedido.
La tercera aparición y la Medalla Milagrosa
En la tercera aparición, la visión cambió para mostrar a Nuestra Señora parada sobre un globo con sus brazos extendidos y con los rayos de luz todavía saliendo de sus dedos. Dando forma a la figura había una inscripción: “Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”.
El significado de la parte frontal de la Medalla Milagrosa
María está de pie sobre un globo, aplastando la cabeza de una serpiente bajo sus pies. Se para sobre el globo, como la Reina del cielo y de la tierra. Sus pies aplastan la serpiente para proclamar que Satanás y todos sus partidarios no tiene poder frente a ella. El año 1830 que aparece en la Medalla Milagrosa es el año en que la Santísima Virgen dio el diseño de la Medalla a santa Catalina Labouré. La referencia a María concebida sin pecado manifiesta el dogma de la Inmaculada Concepción de María —a no confundirse con el nacimiento virginal de Jesús y que se refiere a María sin pecado, “llena de gracia” y “bendita entre todas las mujeres” (Lucas 1:28)— que fue proclamado 24 años más tarde, en 1854.
El significado del reverso de la Medalla Milagrosa
La visión de Catalina continuó y pudo ver el diseño al reverso de la medalla. Doce estrellas rodean una “M” grande de la que surge una cruz. Debajo hay dos corazones con llamas surgiendo de ellos. Un corazón está rodeado de espinas y el otro perforado por una espada.
Las doce estrellas se refieren a los Apóstoles, que representan la Iglesia entera en torno a María. También nos recuerdan la visión de san Juan, escritor del Apocalipsis (12:1), donde “un gran signo apareció en el cielo, una mujer vestida con el sol, y la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas”. La cruz simboliza a Cristo y nuestra redención, con la barra bajo la cruz simbolizando la tierra. La “M” representa a María, y su inicial entrelazada con la cruz demuestra la estrecha participación de María con Jesús y en nuestro mundo. En esto vemos el papel de María en nuestra salvación y su función como madre de la Iglesia. Los dos corazones representan el amor de Jesús y de María para nosotros (ver también Lucas 2:35).
El mensaje de María a Catalina
Entonces María dijo a Catalina: “Haz acuñar una medalla según este modelo. Quienes la lleven puesta recibirán grandes gracias, especialmente si la llevan alrededor del cuello”. Catalina le explicó a su confesor cada una de las apariciones con detalle. Ella no reveló que había recibido el diseño de la Medalla hasta un poco antes de su muerte, 47 años después.
Con la aprobación de la Iglesia, las primeras Medallas fueron creadas en 1832 y distribuidas en París. Casi inmediatamente, las bendiciones que María había prometido empezaron a derramarse sobre aquellos que llevaban puesta su medalla. La devoción se propagó como fuego. Milagros de gracias, salud, paz y prosperidad siguieron. Dentro de poco, la gente comenzó a llamarla “la Medalla Milagrosa”. En 1836 se emprendió una investigación canónica en París declarando las apariciones auténticas.
No existe superstición, ni magia, en relación con la Medalla Milagrosa. La Medalla Milagrosa no es un “amuleto de buena suerte”. Más bien, es un gran testimonio de fe y confianza en el poder de la oración. Sus milagros más grandes son de paciencia, de perdón, de arrepentimiento y de fe. Dios usa una medalla, no como un sacramento, sino como un agente, un instrumento que trae consigo gracias maravillosas. “Las cosas débiles de esta tierra Dios las ha escogido para confundir a los fuertes”.
Roma, 21 de noviembre de 2019
Mis queridos hermanas y hermanos en san Vicente,
¡La gracia y la paz de Jesús estén siempre con nosotros!
Para cada uno de nosotros, la vida es una peregrinación. Estamos constantemente en movimiento. Esta peregrinación no es tanto un desplazamiento físico de un lugar a otro, sino un desplazamiento interior de nuestros pensamientos, reflexiones, percepciones sensoriales y de nuestra oración.
La Iglesia nos ofrece momentos privilegiados en el año, pausas a lo largo de la ruta, para ayudarnos a profundizar en la comprensión de la peregrinación de nuestra vida y a encontrar un sentido a cada día, incluso a cada minuto, que constituye este camino. Aprendemos a estar cada vez más atentos a los acontecimientos cotidianos, a las personas con las que nos encontramos, a los pensamientos y a las emociones que surgen y a la naturaleza - árboles, flores, ríos, montañas, animales, sol, luna, etc... – que nos rodea. A través de nuestra atención y cuidado, abrazamos progresivamente a toda la humanidad y al universo entero.
El Adviento es uno de estos tiempos fuertes. En este periodo privilegiado del año, proseguimos nuestra reflexión sobre los elementos que dieron forma a la espiritualidad vicenciana y llevaron a san Vicente de Paúl a convertirse en un místico de la Caridad. Además de aquellos sobre los que hemos reflexionado a lo largo de los tres últimos años, otro fundamento de la espiritualidad vicenciana es la Providencia.
Los términos siguientes podrían expresar la esencia de la Providencia: «la visión que tiene Jesús de mi vida», «el proyecto de Jesús para mi vida», «la fórmula de Jesús para una vida llena de sentido».
La Providencia se abre paso en nuestro ser, nuestra mente y nuestro corazón con una condición: la confianza. Tener confianza en «la visión que tiene Jesús de mi vida», «el proyecto de Jesús para mi vida», «la fórmula de Jesús para una vida llena de sentido». Nos ponemos en las manos de Jesús, confiando en que su visión de nuestra vida es la mejor visión posible, su proyecto para nuestra vida es el mejor proyecto posible y su fórmula es el mejor modelo posible para una vida llena de sentido.
La Providencia será efectiva en nuestra vida en función de la profundidad de nuestra confianza en Jesús. Cuanto más profunda sea nuestra confianza en Jesús, más permitiremos a la Providencia realizar milagros en nuestra vida. Cuanto más nos ponemos en las manos de Jesús, más podemos leer los acontecimientos cotidianos, los encuentros y los lugares como mediaciones a través de las cuales Jesús nos habla. Cuanto más llegamos a confiar en el proyecto de Jesús para nosotros, incluso cuando lo que sucede es bastante incomprensible o incluso muy doloroso, más contaremos con la Providencia. Ponernos en las manos de Jesús y confiar plenamente en Él nos ayuda a dejar que la Providencia actúe en nosotros en todas las circunstancias de la vida.
El hecho de «abandonarnos» entre las manos de Jesús en todas las situaciones cambia nuestra mirada. No evaluaremos los acontecimientos de la vida como buenos o malos momentos, sino que los consideraremos a través de la persona de Jesús, confiando totalmente en Él, y los reconoceremos como «el momento favorable». Esta opción hará desaparecer dos términos de nuestro vocabulario: «destino» y «casualidad». Nos daremos cuenta de que no son coherentes con nuestra manera de comprender el Evangelio y a Jesús.
El abandono total en las manos de Jesús, la confianza total en el proyecto de Jesús y la confianza total en la Providencia nos ayudan a descubrir o a redescubrir la belleza, lo positivo y el sentido de cada acontecimiento. Esto se opone a una mirada sobre los acontecimientos simplemente a través de nuestros ojos, nuestra mente y nuestros sentimientos humanos. En ese caso, la mentalidad del destino y de la casualidad subraya lo negativo y esconde la belleza, lo positivo y el sentido de todo lo que nos toca y nos moldea.
Una maravillosa expresión de esta confianza en la Providencia se encuentra en una bella oración escrita por el bienaventurado Carlos de Foucauld, después de su profunda conversión personal que lo condujo por caminos inesperados en los que sólo podía fiarse de Dios. A menudo llamada «oración de abandono», transmite su deseo total de ponerse en las manos del Padre, de acuerdo con el modelo del abandono de Jesús en las manos de su Padre, y de convertirse en un instrumento que permita al Padre hacer todo lo que quiera de él. Está dispuesto a todo, lo acepta todo y pone su alma en las manos del Padre, sin reservas y con una confianza ilimitada:
Padre mío,
me abandono a Ti,
haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo, y porque para mí amarte es darme, entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.
Trescientos años antes, la Providencia se había convertido en uno de los pilares de la espiritualidad de san Vicente de Paúl. Recorriendo sus cartas y sus conferencias, la frecuencia con la que san Vicente habla de la Providencia nos impacta. La Providencia fue uno de los factores clave que modelaron a Vicente para hacer de él la persona, el santo al que conocemos. Su camino de conversión, desde el Vicente de su infancia, de su juventud y de sus primeros años de sacerdocio, hasta el Vicente que abrazó la Providencia y a quien llamamos santo, no fue un camino fácil para él.
Él tenía sus propios proyectos y su propia idea de la función del sacerdote, sus propias ambiciones y sus objetivos egoístas. Sin embargo, llegó a renunciar a su propia voluntad, a poner a Jesús en primer plano, a depositar toda su confianza en los planes de Jesús y no en los suyos, y a «cantar» frecuentemente y de diferentes maneras lo que podríamos llamar una «Oda a la Providencia». Este cambio radical fue, de hecho, un milagro. San Vicente, confiando totalmente en la Providencia, se convirtió él mismo en Providencia para los demás, para los pobres. Este era el punto culminante de una unión mística, no de una unión mística abstracta, sino de una unión mística que provocaba una respuesta afectiva y efectiva.
Quisiera ofrecerles para su meditación un extracto de la composición de Vicente de una «Oda a la Providencia», fruto de su reflexión sobre las experiencias de su vida.
«... Dios tiene grandes tesoros ocultos en su santa Providencia; ¡y cómo honran maravillosamente a Nuestro Señor los que la siguen y no se adelantan a ella!»
«... abandonémonos en la divina Providencia; ella sabrá cuidar de lo que necesitamos».
«... al repasar por encima todas las cosas principales que han pasado en esta compañía, me parece, y esto es muy elocuente que, si se hubieran hecho antes de lo que se hicieron, no habrían estado tan bien hechas. Lo puedo decir esto de todas, sin exceptuar ninguna. Por eso siento una devoción especial en ir siguiendo paso a paso la adorable Providencia de Dios. Y el único consuelo que tengo es que me parece que ha sido solo nuestro Señor el que ha hecho y hace continuamente las cosas de esta pequeña compañía».
«Pongámonos en manos de la sabia Providencia de Dios. Siento una devoción especial en seguirla; y la experiencia me hace ver que es ella la que lo ha hecho todo en la compañía y que han sido nuestras disposiciones las que lo han estropeado todo».
«La gracia tiene sus ocasiones. Pongámonos en manos de la Providencia de Dios y no nos empeñemos en ir por delante de ella. Si Dios quiere darme algún consuelo en nuestra vocación, es éste precisamente: que creo que al parecer hemos procurado seguir en todas las cosas a la Providencia y que no hemos querido poner el pie más que donde ella nos lo ha señalado».
«El consuelo que me da nuestro Señor es pensar que, por la gracia de Dios siempre hemos procurado ir detrás, y no delante, de la Providencia, que tan sabiamente sabe llevar las cosas hacia el fin para el que nuestro Señor las ha destinado».
«No podemos asegurar mejor nuestra felicidad eterna que viviendo y muriendo en el servicio de los pobres, en los brazos de la Providencia y en una renuncia actual a nosotros mismos, para seguir a Jesucristo».
«Sometamonos a la Providencia, que llevará nuestros asuntos a su tiempo y a su manera».
«Pidámosle todos a Dios este espíritu para toda la compañía, que nos lleve a todas partes, de forma que cuando se vea a uno o dos misioneros se pueda decir: «He aquí unos hombres apostólicos dispuestos a ir por los cuatro rincones del mundo a llevar la palabra de Dios». Pidámosle a Dios que nos conceda este corazón; ya hay algunos, gracias a Dios, que lo tienen y todos son siervos de Dios. ¡Pero marcharse allá oh Salvador, sin que haya nada que los detenga, qué gran cosa es! Es menester que todos tengamos ese corazón, todos con un mismo corazón, desprendido de todo, con una perfecta confianza en la misericordia de Dios, sin preocuparnos ni inquietarnos ni perder los ánimos. «¿Seguire? con este espíritu en aquel país? ¿Que? medios tendre? para ello?». ¡Oh Salvador, Dios no nos fallara? jamás! Padres, cuando oigamos hablar de la muerte gloriosa de los que están allí, ¿quién no deseara? ?estar en su lugar? ¿Quieén no tendra? ganas de morir como ellos, con la seguridad de la recompensa eterna? ¡Oh Salvador! ¡No hay nada tan apetecible! Asi? pues, no os atéis a cosa alguna; ánimo, vayamos donde Dios nos llama; él mirara? por nosotros y nada tendremos que temer. ¡Bendito sea Dios!»
Al comenzar este tiempo de Adviento, inspire?monos en la oración de abandono del bienaventurado Carlos de Foucauld. Nuestro santo Fundador, san Vicente de Paúl, y todos los otros beatos y santos de la Familia vicenciana han encarnado una confianza absoluta en Jesús en su propia vida y, en su época y en su medio, han compuesto una «Oda a la Providencia». Compongamos cada uno de nosotros nuestra propia «Oda a la Providencia».
Su hermano en San Vicente,
Tomaz Mavric, CM
Superior general
Nombramiento de la Asistenta Provincial:
Sor María Elisa Ortiz , Visitadora Provincial realiza el nombramiento:
Después de 5 meses en el gobierno de la Provincia y según nuestra Constitución 74 y Estatutos 55 “la Visitadora, después de consultar a su Consejo, nombra a la Asistenta provincial, quien sustituye a la Visitadora en su Ausencia” C74a. Después de haber orado, reflexionado y consultado a los miembros del Consejo he nombrado a Sor Gladys Reyna Vargas Blanco, como Asistenta Provincial, oremos por Sor Gladys, que en espíritu de fe aceptó esta designación como voluntad de Dios y como una exigencia más radical en su entrega, lo que conlleva una vivencia real de las virtudes propias de la Hija de la Caridad.
Casa Provincial en Asunción
Calle San Miguel 1042 – Barrio Jara; Asunción – PARAGUAY
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