«Es preciso que él crezca y que yo disminuya»
(Jn 3, 30)
Oremos por la Mujer Hermosa que pronto consevirá al Emmanuel. No dejemos pasar la humilde visita del Hijo Amado del Padre, Señor de la Justicia y la Vida en Dignidad. Unamos nuestro temores y angustias como aquellos pastores que se acercaron al más pequeño corazón de Belén. En María de los Rayos renovemos las promesas hechas un día al Dios de los pobres.
Señor de la Vida, sé nuestro protector, nuestra Roca protectora,
Tú que desde el Principio decidiste salvar a tus hijos
que no se detienen de solicitar auxilio.
Líbranos en este Tiempo
de las poderosas garras de nuestros corazones
y nuestras vanidades.
Porque sólo Tú eres el que Vendrá a darnos la pequeñez
que necesitamos para comprender la pobreza, el perdón y la alegría
Tú, esperanza de Israel
enseñanos a amar lo humilde y sencillo
que se esconde en el pesebre de Belén.
Celebrar Adviento en y con la Iglesia significa actualizar la espera del Mesías. Es participar, como dice el Catecismo de Nuestra Santa Iglesia Católica, "en la larga preparación de la primera venida del Salvador", en anticipo de la Segunda Venida. Tengamos presente este deseo de la Iglesia y salgamos a visitar todos aquellos pesebres de miseria humana que se esconden a la vista de los citadinos e indiferentes hermanos latinoamericanos anclados en su vida de soberbia, consumismo, indiferencia, egoísmo y tantos otros apelativos que ennegrecen la vida en comunión con Dios, los hombres y mujeres. Oremos.
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