|
Fundada en París por San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac en 1633, desarrolló su labor solidaria en Francia y Polonia durante los siglos XVII y XVIII. Hacia 1790 llegó a España y en el siglo XIX se hizo presente en casi todos los países de Europa y América Latina, además de en países de América del Norte, Asia, África y Oceanía. Durante el siglo XX y hasta nuestros días ha continuado su expansión por todo el mundo. En la actualidad la congregación está presente en 93 países de África, América del Sur, Asia y Europa.
El espíritu de las Hijas de la Caridad se fundamenta en la práctica de las virtudes de humildad, sencillez y caridad, añadidas a las del respeto, compasión y cordialidad para servir a los pobres con verdadera devoción. Comprometen su vida en la atención a los olvidados, enfermos y marginados de todo el mundo. Realizan una extensa labor humanitaria y social al tiempo que trabajan en favor de la justicia, la paz y la solidaridad. En países del tercer mundo como India, Libia, Angola, Bolivia, Camerún, Congo, Ghana, Ruanda, Haití, Honduras, Mauritania, Madagascar, Marruecos, Mozambique y República Dominicana, entre otros, las Hermanas atienden comedores escolares y centros para madres y niños lactantes, sanatorios curativos para enfermos de sida, lepra y tuberculosis. Además, construyen escuelas y se ocupan de la enseñanza de niños y jóvenes. Su labor está siendo fundamental en la reconstrucción de los países afectados por las últimas catástrofes naturales y en los cada vez más numerosos campos de refugiados de todo el mundo.
La obra de las Hijas de la Caridad se extiende también al mundo desarrollado. Están al servicio de los más necesitados en hospitales, escuelas, casas de atención pastoral, hogares infantiles y de mujeres maltratadas, residencias de ancianos, albergues para mendigos, casas para mujeres convalecientes y sin recursos, pisos tutelados, talleres ocupacionales y centros de rehabilitación de toxicómanos. Organizan economatos para la distribución de alimentos y también atienden a personas mayores en su domicilio, a minusválidos físicos y psíquicos, a jóvenes sin apoyo social ni familiar, a presos en las cárceles y a inmigrantes para su integración.
Historia: salas de Hospital y servicio en las periferias.
Al extremo sur del continente Américano, a unos cuentos kilometros del Ocenao Atlántico está la ciudad argentina de Río Gallegos. Punto estrategico para el turismo y la presencia de una de las pinguineras más grandes del mundo.
Los fuertes vientos y la arides pampina del lugar, no han desalentado el espíritu misionero de las Hijas de la Caridad, que desde el 14 de enero de 1963. En tal fecha llegaron tres hermanas al antiguo Hospital Regional de Rio Gallegos, servicio en función de los enfermos. Además, crearon el comedor “Ollita de San Vicente”, que tuvo coom objetivo entregar alimento a las personas que llegaban del interior de la región. Posteriormente por iniciativa del Padre Juan Barrios (Santo Barón, de feliz memoria), trasladan el comedor -con la constante colaboración de las Hijas de la Caridad- a las periferias del pueblo, en el Barrio, en donde se construyó también una capilla: “María de Nazaret” dando origen a otra comunidad que hoy recordamos.
El servico de “María de Nazaret”, se puede definir como una misión socio-pastoral. En un principio son tres hermanas, al correr del tiempo quedaron dos hermanas en el Barrio Evita a fin de salvaguardar el servicio a los pobres. En ambos lugares (en el Hospital y en el Barrio), por sugerencia de los Superiores, se trasladan las Hermanas del Hospital a María de Nazaret, desde allí se desplazan al servicio de los enfermos.
Continuidad de la misión y evangelización multicultural.
Actualmente nuestro servicio en el “Centro María de Nazaret” reside una hermana: Aurora Hernández. Ella es acompañada en el servicio por varios laicos: comedor para los niños, apoyo escolar, clases de computación, reparto de alimentos a familias necesitadas, catequesis y atención a la capilla.
En el Hospital Regional de Río Gallegos sirven tres fieles discipulas misioneras: Hna. Joaquina Ancin, Hna. Celina Ramírez, y su Hermana Sirvienta, Hna. Teresa Díaz. Además del servicio corporal y espiritual a los enfermos, las hermanas son parte de la Pastoral de la Salud Diocesana.
Nuestra “Capilla María de Nazaret” se transforma en lugar de encuentro privilegiado para la hermanadad latinoamericana. Los residentes chilenos y bolivianos los congregan dos festividades importantes durante los meses de agosto y septiembre, donde sacan a luz sus raices espirituales y folcloricas.
Cientos de bolivianos residentes en Río Gallego y sus inmediaciones, se reunen para celebrar con bailes, música y cantos propios de su pueblo a la Virgen de Urkupiña en la Fiesta de la Asunción el 15 de agosto. A su vez, la colectividad chilena el 31 de agosto también se viste de fiesta para replicar la fervorosa Fiesta de Jesús Nazareno, tradición del las islas del sur y la patagonia chilena.
Una comunidad bendecida.
En Mayo de este año llega a reforzar la comunidad Hna. Fabiola Quiroz, y en julio Hna. Eva Flores. Por espacio de 5 meses, fueron 6 hermanas (F). Ya que el 20 de noviembre Hna. Aurora pide volver a su patria, España, por razones de salud. La comunidad católica de Río Gallegos recogió lo mejor de esta hermana, quien entregó gran parte de su vida en estas tieras del viento, el cisne de cuello negro, el guanaco, los calafates y el amancay, entregando amor desinteresado a los más pobres para la construcción del Reino en sus corazones.
Hoy son 5 hermanas que dan gracias a Dios, pues Él no abandona y además dona su amor constantemente. Es así como desde la austral ciudad chilena de Punta Arenas las hermanas tienen el privilegio de contar con la presencia y compañía de dos misioneros de la Congregación de la Misisón: Padre Ángel Garrido, Padre Pablo Vargas. Las hermanas no dejan de agradecer este don: “¡que bien nos hace sentir y disfrutar la fraternidad vicentina!”, dicen ellas a una sola voz.
Será justo y necesario, saber ubicar todo lo relatado en un contexto histórico para que la Compañía en su conjunto pueda comprender, conocer y compartir este hermoso servicio en una aislada localidad de Iglesia y de nuestra Provincia de Nuestra Señora de la Misión América Sur.
En el marco de la solemnidad de la Medalla Milagrosa, nuestra Compañía es bendecida con una nueva vocación para el servicio de los más necesitados en la Iglesia del Señor. Su nombre, Patricia Garay, hasta ayer profesional de una importante empresa de ciudad de Punta Arenas, tierra que la vio nacer y crecer.
Junto a su familia y amigos, la comunidad de la Escuela La Milagrosa, Hna. Claudia Artiga de la Pastoral Vocacional de la Provincia, su acompañante espiritual Padre Fredy Subiabre Vicario General de la Diocesis de Punta Arenas, Patricia repitió el "Sí" de María Santísima. Confiada, Patricia, espera seguir perseverando en su nueva familia donde comienza su caminar de fe: la comunidad de la Escuela La Milagrosa.
"Gozo y alegría en este tiempo tan especial para nosotras, tiempo de renovación, nuevos rostros y fortalecimiento en nuestras fuentes. Roguemos por Patricia y su familia, para que la Virgen la guie y sea su compañera de ruta", nos compartió Hna. Claudia Artiga luego de la Eucaristía en la cual la nueva pre-postulante recibió la Medalla Milagrosa, signo de iniciación y compromiso fraterno con la Compañía de las Hijas de la Caridad. La Eucaritía fue presidida por P. Fredy Subiabre y P. Angel CM.
Pidamos al Señor de la Vida y a Nuestros Santos Fundadores por esta nueva vocación. No dejemos pasar estas Solemnidades de la Compañía y la Iglesia sin acordarnos por Patricia Garay. Que el Amor de Jesús por nosotros fortalescan su opción a la vida religiosa.
En el año 1830, en la Casa Madre de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, en París, Francia, la Santísima Virgen se apareció en tres oportunidades a una humilde y piadosa novicia, Sor Catalina Labouré. En las tres oportunidades, Catalina vio a la Santísima Virgen, recibió mensajes y fue tratada con amorosa y maternal atención.
PRIMERA APARICIÓN: Relató la vidente de la Santísima Virgen a su confesor que hacia las 11:30 horas de la noche del 18 de julio, oyó que alguien la llamaba por su nombre: "Sor Labouré, Sor Labouré ven a la capilla. Allí te espera la Santísima Virgen"
Quien la llamaba era un niño pequeño y él mismo la condujo hasta la capilla.
Catalina se puso a rezar y después de oír un ruido semejante al roce de un vestido de seda, vio a la Santísima Virgen sentada al lado del Altar. Catalina fue hacia Ella, cayó de rodillas apoyando sus manos en las rodillas de la Santísima Virgen y oyó una voz que le dijo: "Hija mía, Dios quiere encomendarte una misión... tendrás que sufrir, pero lo soportarás porque lo que vas a hacer será para Gloria de Dios. Serás contradecida, pero tendrás gracias. No temas".
La Santísima Virgen señaló al pie del Altar y recomendó a Catalina acudir allí en los momentos de pena a desahogar su corazón pues allí, dijo, serán derramadas las gracias que grandes y chicos pidan con confianza y sencillez.
SEGUNDA APARICIÓN: Esta es la aparición en que la Santísima Virgen comunica a Su vidente el mensaje que quiere transmitir. Esta aparición tiene tres momentos distintos:
Dijo Catalina a su confesor que a la hora de la oración hacia las 5:30 de la tarde del 27 de Noviembre, oyó nuevamente el ruido semejante al roce de la seda y vio a la Santísima Virgen.
Primer momento (La Virgen del globo): La Santísima Virgen estaba en pie, sobre la mitad de un globo aplastando con sus pies a una serpiente. Tenía un vestido cerrado de seda aurora, mangas lisas; un velo blanco le cubría la cabeza y le caía por ambos lados. En sus manos, a la altura del pecho, sostenía un globo con una pequeña cruz en su parte superior. La Santísima Virgen ofrecía ese globo al Señor, con tono suplicante. Sus dedos tenían anillos con piedras, algunas de las cuales despedían luz y otras no. La Santísima Virgen bajó la mirada. Y Catalina oyó: "Este globo que ves, representa al mundo y a cada uno en particular. Los rayos de luz son el símbolo de las gracias que obtengo para quienes me las piden. Las piedras que no arrojan rayos, son las gracias que dejan de pedirme": El globo desapareció.
Segundo momento (Anverso de la medalla): Cuando el globo desapareció, las manos de la Santísima Virgen se extendieron resplandecientes de luz hacia la tierra, los haces de luz, no dejaban ver sus pies. Se formó un cuadro ovalado alrededor de la Santísima Virgen y en semicírculo, comenzando a la altura de la mano derecha, pasando sobre la cabeza de la Santísima Virgen y terminando a la altura de la mano izquierda, se leía:
"OH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, RUEGA POR NOSOTROS, QUE RECURRIMOS A TI"
Catalina oyó una voz que le dijo: "Haz acuñar una medalla según este modelo, las personas que la lleven en el cuello recibirán grandes gracias: las gracias serán abundantes para las personas que la llevaren con confianza".
Tercer momento (El reverso de la Medalla): El cuadro se dio vuelta mostrando la letra M, coronada con una cruz apoyada sobre una barra y debajo de la letra M, los Sagrados Corazones de Jesús y de María, que Catalina distinguió porque uno estaba coronado de espinas y el otro traspasado por una espada. Alrededor del monograma había doce estrellas.
TERCERA APARICIÓN: En el curso del mes de diciembre del mismo año, Catalina fue favorecida con una nueva aparición, similar a la del 27 de Noviembre.
También durante la oración de la tarde. Catalina recibió nuevamente la orden dada por la Santísima Virgen de hacer acuñar una medalla, según el modelo que se le había mostrado el 27 de Noviembre, y que se le mostró nuevamente en esta aparición. Quiso la Santísima Virgen que su vidente tuviera muy claros los simbolismos de su aparición, por eso insistió de una manera especial que el globo que ella tiene en sus manos, representa al mundo entero y cada persona en particular; en que los rayos de luz que arrojan las piedras de sus anillos, son las gracias que Ella consigue para las personas que se las piden, que las piedras que no arrojan rayos, son las gracias que dejan de pedirle; que el Altar es el lugar a donde deben recurrir grandes y chicos, con confianza y sencillez, a desahogar sus penas.
Después de vencer Catalina todos los obstáculos y contradicciones que le había anunciado la Santísima Virgen, en el año 1832, las autoridades eclesiásticas aprobaron la acuñación de la medalla. Una vez acuñada, se difundió rápidamente.
Fueron tantos y tan abundantes los milagros obtenidos a través de ella, que se la llamó, la MEDALLA que cura, la MEDALLA que salva, la MEDALLA que obra milagros, y finalmente la MEDALLA MILAGROSA..
CATALINA Labouré, santa del silencio
por Hna. Genevieve Roux y Hna. Elisabeth Charpy
Catalina nació el 2 de Mayo de 1806 en la aldea de Fain-les-Moutiers, situada en Borgoña, cerca de Montbard.
Sus padres, Pedro Labouré y Luisa Gontard, eran campesinos, una familia sencilla y equilibrada. Tenían ya ocho niños, cuando nació Catalina y más tarde el hogar hará sitio todavía para Tonina y Augusto. Catalina fié bautizada al día siguiente.
La madre de Catalina murió a los 42 años, cuando Catalina tenía sólo 9 años y en ese momento ella se refugia en un amor inmenso a la Virgen a quien escoge por madre diciéndole: "Tu serás ahora mi madre".
La hermana mayor, María Luisa, era Hija de la Caridad. Catalina estuvo en contacto con las Hijas de la Caridad que atienden el Asilo de Moutiers-Saint-Jean, siente el deseo de entrar en la comunidad como su hermana, tenía entonces 22 años.
Habla a su padre de su vocación, él se opone y para que cambie de idea la envía con su hermano Carlos, que tenía un restaurante para obreros en París.
Al final su padre cede y el 21 de abril de 1830, Catalina comenzará su Seminario (noviciado). Durante este tiempo tuvieron lugar las manifestaciones de la Santísima Virgen.
Al tomar el hábito Catalina es enviada a la Casa de Enghien, donde pasará toda su vida al servicio de los ancianos.
"Las apariciones fueron una luz para la vida de servicio de Sor Catalina". La Virgen le ha revelado el rostro de Dios. Ahora, ella aprende a Reconocerle en las personas que sufren.
Como ha señalado el P. René Laurentin, su biógrafo:
Más allá de las apariciones de excepción, que fueron limitadas a algunos meses de su Seminario (abril - diciembre 1830), Catalina vio a Cristo en lo cotidiano: especialmente en los pobres, según la identificación que Él mismo nos enseñó:
"Porque tuve hambre y me disteis de comer..."
"Tuve sed y me distéis de beber..."
"Estaba enfermo y me visitasteis...”
"Estaba en la cárcel y vinisteis a verme..."
"Lo que hiciereis al más pequeño de los míos es a mi a quién lo hacéis". (Mt 25, 37-41).
Sor Catalina pasó 46 años de su vida en Reuilly, en la humildad al servicio de los ancianos. Pío XII, en el momento de su Beatificación la declaró:
¡La Santa del deber de estado y del silencio!.
Fallecida en 1876, fue enterrada en una fosa de la casa de Reuilly. En 1933 su cuerpo se colocó en esta urna a los pies de la Virgen en la capilla de la Medalla Milagrosa en la rue du Bac, París. Su hábito es el que llevaron las Hijas de la Caridad hasta 1964.
En la casa paterna:
Fain-les-Moutiers es una pequeña aldea no lejos de Dijon, con más vacas que habitantes.
Apenas se entra en la aldea, atrae la mirada una alta torre: es el palomar de la alquería Labouré, con sus 600 palomas. Entrando por el porche se ve el establo, los pajares y, a la izquierda, la vivienda.
El 2 de mayo de 1806, el Sr. Labouré abre la puerta de la estancia común y llama a sus siete hijos:
"¡Oid la noticia! ¡Tenéis una hermanita!"
"¡Magnífico! ¿Cómo se va a llamar?" pregunta María Luisa.
"¡Catalina!" "¿Y cuando se bautiza?", quiere saber Huberto, el mayor.
"Mañana que es sábado"
Padre trabaja en el campo, madre atiende al corral y a las vacas, tareas que enseña a las hijas. Va también regularmente al lavadero. Pese a tantas ocupaciones, halla tiempo para instruir a los hijos y les da una educación cristiana.
Toda la familia se alegró al nacer los dos últimos niños, Tonina y Augusto. Pero la vida fue más difícil, cuando Augusto se accidentó: cayó de un carro y quedó lisiado.
La preocupación por el futuro de este niño y un trabajo muy duro dañan la salud de la señora Labouré, que fallece el 9 de octubre de 1815.
Catalina, de nueve años, está muy conmovida. Entre lágrimas, recuerda una oración que su madre le hacía recitar fielmente cada noche. En un impulso de confianza, toma la imagen de la Santísima Virgen, que está puesta en la repisa de la chimenea, y le dice: "Ahora serás Tú mi madre".
Tres años después, María Luisa, a los 23 años, desea responder a la llamada de Jesús y hacerse religiosa. Anuncia a su padre que va a ser Hermana de San Vicente de Paúl.
"¿Y quién cuida a Augusto y atiende al corral?", pregunta inquieto el señor Labouré.
Levantándose muy de madrugada, las dos muchachas van del palomar al establo, del huerto a la cocina. A su hora, están listas las comidas y Augusto recibe la debida atención. El señor Labouré está contento.
Afectuosamente la familia llama a Catalina Zoé a quien gusta, como a todos los niños, jugar o ir de paseo en su tiempo libre...
Antes de marchar María Luisa, Catalina tuvo la alegría de hacer la primera comunión en la vecina aldea, Moutiers-Saint-Jean, pues en Fain-les-Moutiers no había sacerdote desde la Revolución.
Catalina reza siempre a Jesús por la mañana, antes de ponerse a trabajar, y durante el día. Tan pronto como puede, va a la Iglesia, cercana a la alquería.
Quiero ser Hija de la Caridad:
Una noche, Catalina tiene un sueño cuyo recuerdo la persigue. "Estaba rezando en la iglesia de Fain. Decía la misa un sacerdote anciano, el cual me miró. Yo quería huir. Entonces me dijo: - Me encontrarás de nuevo un día. Dios tiene un proyecto para ti..."
"¡Quiero ser Hija de la Caridad!", dice un día Catalina. "¡Ah, no! ¡ Di ya una hija a Dios, es bastante! No te irás", responde el señor Labouré. Catalina se siente violenta.. "¿Qué debe hacer? ¿Obedecer a su padre o a Jesús?" Continúa trabajando en la alquería, pero su corazón guarda el proyecto.
Algunos meses después vuelve a la carga: "Quisiera ser Hija de la Caridad". "¡Eso nunca!", responde el padre fuera de sí. "Para quitarte esa idea, te mando a París, con tu hermano Carlos. Le ayudarás en el restaurante".
Pesarosa, Catalina deja Fain-les-Moutiers; la alquería queda a cargo de Tonina. Carlos es dichoso teniendo consigo a su hermana; pero muy pronto descubre su sufrimiento. Lo comunica a su padre, el cual no quiere saber nada.
Los hermanos de Catalina se ponen de acuerdo, y Huberto tiene la idea de ponerla en el pensionado que ha abierto su mujer, no lejos de Fain-lesMoutiers. Allí, en Chátillon-sur-Seine, aprende a leer y escribir, lo que no pudo en la alquería, debido a la enfermedad y muerte de su madre.
Catalina se alegra de saber que hay Hijas de la Caridad en Chátillon y, tan pronto como puede, va a verlas. A la entrada de la casa, atrae su mirada un cuadro: "¿Quien es ese sacerdote?" pregunta. "¡San Vicente de Paúl, nuestro fundador!" "¡Es el que vi en un sueño!"
Viendo a Catalina tan dichosa, cuando está con las Hermanas de Chátillon, Huberto resuelve hablar de nuevo con su padre. Este se deja convencer, y termina por aceptar la vocación de su hija y su adiós final a Fain-les-Moutiers.
En el Seminario de las Hijas de la Caridad:
El miércoles 21 de abril de 1830, Catalina Labouré es admitida en el seminario de las Hijas de la Caridad, calle del Bac, 140, en París.
El domingo siguiente, 25 de abril, la capital está de fiesta. El cuerpo de san Vicente, escondido durante la Revolución Francesa, es llevado triunfalmente de la catedral de Nuestra Señora de París a la capilla de los Sacerdotes de la Misión, Padres Paúles. Lo acompaña una gran multitud. Con las Hermanas, Catalina asiste a esta procesión: es la fiesta, de la caridad.
Por la noche, durante el gran silencio, ve otra vez en sueños a san Vicente. Este le inspira el presentimiento de los dolorosos sucesos que acaecerán en Francia, y la invita aque encienda la caridad en los corazones.
En el seminario la jornada transcurre entre el trabajo, la oración y el estudio. Durante diez o doce meses, las Hermanas se preparan para ser Hijas de la Caridad... Nada distingue de las demás a Catalina.
Sin embargo ... el 18 de julio... un poco antes de medianoche, Catalina oye una voz: "¡Hermana! ¡Levántese de prisa! ¡Venga a la capilla ¡La espera la Santísima Virgen" . "¡Pero me van a oír!" "¡No tenga miedo, todas duermen!" Catalina se levanta y descubre junto a su lecho un niño resplandeciente de luz. Le sigue hasta. la capilla, que está iluminada... Allí espera, algo inquieta.
Catalina refiere: "De repente oigo ruido... Alguien viene a sentarse en el sillón... pero yo dudaba. "Es la Santísima Virgen", dijo el niño. Entonces me acerqué a ella de un salto, arrodillada en las gradas del altar. Apoyé las manos en sus rodillas. Pasó un largo rato... el más dulce de mi vida".
En este primer encuentro, María habla prolongadamente con Catalina. Le anuncia que le confiará una misión; le advierte que no debe dejarse detener por las dificultades, sino que ha de venir a orar a Jesús en la Eucaristía.
"Cuando volví a la cama, eran las dos de la mañana; oí cómo sonaba el reloj; pero no me pude dormir".
27 de noviembre de 1830, segunda visita, de María a Catalina:
"Era la hora de la oración de la tarde; yo estaba en la capilla con todas las Hermanas; vi a la Santísima Virgen, de pie, ofreciendo a Dios el globo terráqueo, que sostenía en las manos. De sus dedos salían rayos de luz, símbolo de las gracias que da a todos los que se las piden".
"Luego, vi formarse un óvalo en torno a la Santísima Virgen, con esta oración: "Oh María, sin pecado concebida: ruega por nosotros que recurrimos a ti". El óvalo se dio la vuelta, y vi la letra M, con una cruz encima, y debajo dos corazones: el de Jesús, coronado de espinas; el de María, atravesado por una espada; y me dijo una voz: "haz que acuñen una medalla según este modelo; quienes la lleven con confianza, recibirán muchas gracias".
En el Asilo de Reuilly:
El 5 de febrero de 1831, Sor Catalina deja es seminario. Va destina a un asilo de ancianos, en la calle de Reuilly, París. Esta situado en una gran propiedad, y alberga a una cincuentena de personas de edad con escasos medios, a las que sirven siete Hermanas.
Por ser la más joven, se encomiendan a Catalina los trabajos más duros: la cocina, atender al corral y a la granja. El buen sentido y la competencia de la campesina de Fain-les-Moutiers hacen maravillas. Pese a los escasos recursos de la casa, se las ingenia y adereza platos apetitosos, para el bien de todos.
Pese a sus múltiples ocupaciones, Catalina no cesa de pensar en la misión que le ha sido confiada. ¿Cómo realizarla sin llamar la atención? Comprende que ha de seguir ignorada y encontrar un medio por el que difundir su mensaje.
Por consejo de la Santísima Virgen, ha hablado con el Padre Aladel, que la conoce bien. Éste, al principio, no la cree, pero poco a poco se deja vencer por la sencilla tenacidad de Catalina.
En 1832, con licencia del arzobispo de París, se acuñan las primeras medallas. El Padre Aladel mismo acaba de dar una a cada Hermana del asilo. Le admiran la discreción y fortaleza de Sor Catalina, quien recibe la suya sin transparentar nada.
Una terrible epidemia de cólera se ceba en París. En todos los distritos se cuentan los muertos por millares; una Hermana de la comunidad de Catalina está entre las primeras víctimas. Para hacer frente a esta plaga, que nadie puede detener, los cristianos oran.
Las Hijas de la Caridad distribuyen la medalla, y hacen que los enfermos reciten la oración que dejó a Catalina la Virgen María: "Oh María, sin pecado concebida: ruega por nosotros que recurrimos a ti". "¡Qué sorpresa!" Se ven curaciones inesperadas y extraordinarias conversiones.
Esta. medallita, que los enfermos consienten en llevar, muy pronto es llamada por el pueblo medalla milagrosa...¡nombre que le quedará! Tres años después... en 1835... se acuñan millón y medio de medallas, que son distribuidas por toda Europa.
Sor Catalina es ahora responsable del gran dormitorio en que están los ancianos. Los ama a todos. Si tiene alguna preferencia, es hacia los más desgraciados y los más desagradables. Cuando se la reprocha que no castiga a los que vuelven ebrios, responde: "Es que, aun así, veo a Jesús en ellos".
Defiende con valor el huerto de hortalizas contra los muchachos del barrio, siempre prontos a la rebatiña, como los pájaros. Los mejores productos son para los ancianos de la casa.
Al mismo tiempo que el servicio a los ancianos, Catalina asume el cuidado de la pequeña granja del asilo. Añade, a las gallinas y a los conejos, vacas que den buena leche, y palomas que le recuerdan la granja familiar.
Aun con toda su actividad, Catalina, ora mucho. Ella misma refiere cómo:
"Cuando voy a la capilla, me pongo delante del Buen Dios y le digo: "Señor, heme aquí, dadme lo que queráis". Si me da algo, quedo muy contenta, y se lo agradezco; si no me da nada, se lo agradezco también, porque no merezco más. Luego le digo todo lo que me viene a la mente. Le cuento mis penas y mis gozos, y escucho. Si vosotros le escucháis, os hablará, pues con el Buen Dios hay que decir, y después oír. Habla siempre, si se acude a Él con sencillez".
La Asociación de Jóvenes:
Los obreros vivían por entonces en condiciones deplorables. En Francia, y particularmente en las grandes ciudades, se deja sentir con dureza la crisis económica. En el barrio de Reuilly, los niños trabajan en las fábricas de papel desde los seis años. Estos niños explotados son también víctimas del alcoholismo y de la violencia.
Solícita, por el futuro de estos adolescentes, la comunidad de Sor Catalina abre una escuela para menores e inicia clases nocturnas para los que trabajan.
Esta iniciativa cumple con el ruego de la Virgen María a Catalina en favor de la juventud: "que las Hermanas se ocupen de su formación humana y cristiana, y a este objeto creen una asociación". La asociación fue establecida en Reuilly el año 1851, y estaba en ella una sobrina de Catalina.
Mientras Sor Catalina trabaja y ora en el asilo, la medalla se esparce por toda Francia y Europa. "¿De dónde viene esta, medalla?" pregunta todo el mundo.
También en Reuilly hablan las Hermanas:
"Dicen que es Sor Catalina la que vio a la Santísima Virgen".
"¡Imposible! ¡Es como todo el mundo!"
Sor Catalina guarda el secreto, y aun regaña a las Hermanas que hablan demasiado. Pero a la que lo duda, no vacila en asegurar: "Mi querida Hermana, la que vio a la Santísima Virgen, la vio `de carne y hueso', como usted y yo".
La Inmaculada Concepción:
"Oh María, sin pecado concebida: ruega por nosotros que recurrimos a ti". Esta oración, inscrita en la medalla, repetida por millones de cristianos, prepara un acontecimiento importante en la Iglesia...
El 8 de diciembre de 1854, el papa Pío IX proclama el dogma de la Inmaculada Concepción. Cuatro años después, en Lourdes, Bernadette recibe la visita, de una `hermosa señora': dice llamarse `Inmaculada Concepción'. En Lourdes se conoce a Bernadette desde el comienzo de las apariciones; en Reuilly Catalina guarda silencio... un silencio que durará 46 años.
La defensa de los pobres:
En julio de 1870, Napoleón III declara la guerra a Prusia. El aplastamiento de Francia es rápido, y el pueblo se subleva contra el emperador. Un gran movimiento popular, llamado La Comuna, sé apodera de París. El barrio de Reuilly está en el centro del conflicto.
Las Hermanas curan a los heridos de ambos campos. Los combatientes invaden el convento.
Catalina es detenida y conducida al puesto de la policía. Piden que declare contra La Valentin, una asilada fanática, que la ha hecho sufrir mucho. ¡Asombro en los jueces! Catalina no dice nada, pues para las Hijas de la Caridad todo ser humano merece respeto, aun el peor de todos.
La Virgen del globo:
Catalina siente menguar sus fuerzas, y que la muerte se acerca. La atormenta, un ruego de la Virgen que no se ha cumplido. ¿Quién dará autorización para esculpir una imagen de María, con el globo terráqueo en las manos? El Padre Aladel, depositario de sus confidencias, ha muerto.
Habla con su superiora, Sor Juana Dufés, y le refiere sus conversaciones con la Virgen María. "Ha sido usted muy favorecida", dice Sor Juana, conmovida. "No he sido más que un instrumento. Si me eligió a mí, una ignorante, es para que no se dudara de ella".
"Sor Juana, hay que hacer una estatua de María, con el globo de la tierra en sus manos. Como una madre lleva al niño en brazos, María presenta a Dios toda la vida del mundo. Nos invita a amar el mundo como lo amó Jesús, y a que construyamos un mundo nuevo". Ante la imagen, que por fin se hace, Catalina queda decepcionada: "¡La Santísima Virgen es mucho más bella!"
Muerte y glorificación:
Diciembre de 1876.. Catalina, cada vez más postrada, ya no sale. Asegura con calma: "No veré el final del año"... El 30 de diciembre se agrava su estado. "Sor Catalina, ¿no teme morir?", pregunta Sor Juana. "¿A qué temer? Voy ver a Nuestro Señor, a la Virgen María y a san Vicente".
A la mañana siguiente, Catalina recibe la comunión. Las Hermanas recitan con ella el rosario. Suavemente, la sonrisa en los labios, expira. Entonces dice Sor Juana:
"No hay que ocultar ya nada. Catalina fue la que vio a la Santísima Virgen y recibió el encargo de que hiciese acuñar la medalla milagrosa".
"En la capilla, sor Catalina permanecía inmóvil, los ojos fijos en la imagen de la Santísima Virgen", dice sor Filomena. "Lo pienso cada vez que miro el puesto que ocupaba". "A mí me gustaba recitar con ella el rosario", añade Sor Ana María; "me enseñaba a rezar".
El 3 de enero de 1877, una larga procesión recorre los tres jardines de Reuilly. Ha acudido una numerosa multitud. El entierro es un verdadero triunfo para la que siempre quiso permanecer desconocida.
Catalina es declarada santa por Pío XII el 21 de julio de 1947. Hoy, su cuerpo reposa en la capilla de la Medalla Milagrosa, París, calle del Bac, 140. Esta capilla se ha convertido en lugar de peregrinaciones. Como en Lourdes, las muchedumbres responden a la invitación de la Virgen María:
"Venid al pie del altar: allí se derramarán las gracias sobre cuantos las pidan con fervor".
Casa Provincial en Asunción
Calle San Miguel 1042 – Barrio Jara; Asunción – PARAGUAY
Nº de teléfono: 595-21- 291635
Correo: contacto@hijasdelacaridad.net